Para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. 1 Pedro 4:2
Todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos. Efesios 2:3
Todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos. Efesios 2:3
En su poema "Feliz aquel que, como Ulises, hizo un hermoso viaje", Joachim du Bellay (1522-1560) expresa el apego a su tierra natal, ese país a donde el viajero nostálgico puede volver a "vivir con sus padres el resto de su vida". Algunos entre nosotros, compartimos esta aspiración, en cambio otros la consideran anticuada. Pero ante cada uno de nosotros está ese resto de la vida terrenal y la manera en que lo vamos a vivir. ¿Lo haremos según la codicia de los hombres o según “la voluntad de Dios”?
El apóstol Pablo dice: “Todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos” (Efesios 2:3). Esta es la manera de vivir de los hombres sin Dios. Cada uno hace lo que le place de forma más o menos egoísta. Uno vive para sí, y la muerte pone fin a todo esto.
El apóstol Pablo dice: “Todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos” (Efesios 2:3). Esta es la manera de vivir de los hombres sin Dios. Cada uno hace lo que le place de forma más o menos egoísta. Uno vive para sí, y la muerte pone fin a todo esto.
Pero el cristiano está invitado a vivir de otra forma. Mediante el arrepentimiento y la fe en Jesucristo, recibió una vida nueva y tiene aspiraciones de otro tipo. Dios le da la capacidad de discernir y cumplir Su voluntad. Solo el cristiano, identificado con Cristo en su muerte y su resurrección, reconoce que la voluntad de Dios es “buena… agradable y perfecta” (Romanos 12:2). ¿Nos sometemos a ella?
¿Consagraremos a Dios el resto de nuestra vida terrenal?
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