miércoles, 4 de mayo de 2016

¡Dios no existe!

¡Dios no existe…! Es la frase repetida de aquellos que, diciendo no creer en Dios, no quieren hacerse responsables de su propia vida espiritual. Pasa igual con el que finge no ver la luz roja, pretendiendo así no hacerse acreedor de una multa. La ley de tráfico está ahí, creamos en ella o no.
¡Dios no existe…! Sí, también fueron las palabras de una joven que luchaba con la decepción de una mala decisión pasada. Pretendiendo, con esta respuesta, que la tranquilidad que había perdido regresara a su vida. El caso es que los seres humanos desde la antigüedad nos hemos especializado en dos cosas:
1) Buscar otro responsable de nuestros descalabros.
2) Con esta conducta, autodestruirnos.
¿Dónde estaba Dios? ¿Por qué permitió que me pasara esto? ¿Por qué no me detuvo?
Quizá fue la misma pregunta que hizo Adán… El “libre albedrío” no es más que la oportunidad que Dios nos da de tomar la decisión por Él.
El diccionario nos define el albedrío como:
1. Potestad de obrar por reflexión y elección: libre albedrío.
2. Antojo, capricho o voluntad de alguien: actúa según su albedrío.
Dicho así, nuestro “albedrío” nos puede llevar a la autodestrucción. Pero Dios, al darnos a Jesús, nos da la oportunidad de tomar la decisión que nos garantiza, no la falta de dificultades, pero sí una vida llena de una paz inexplicable en medio de esta vida tan convulsionada.
¿Dónde estaba Dios? Bueno, Él siempre ha estado en el mismo lugar, junto a ti, esperando que lo tengas en cuenta para guiar tu vida, que rindas tu “albedrío”, y comiences a confiar y depender de Él.
En Isaías 55:7-8 encontramos una luz para esta tan difícil decisión.
“…Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová…”
Aquí encontramos el rumbo correcto que debemos tomar con nuestro albedrío. Y la razón correcta, que es la verdad por sí sola aunque no la creamos. Los pensamientos de Dios no son como los nuestros. Y luego cierra en Jeremías 29:11:
“…Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis…”
Tómate segura esta promesa, deja tu “libre albedrío” y sigue la voluntad de Dios.
¡Amén!

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