sábado, 5 de marzo de 2016

Un deber cristiano

¿Está usted ayudando a cuidar y mantener a cualquier pariente, de quien sabe que no puede hacerlo por sí mismo, especialmente padres y abuelos? ¿Les hizo saber que hacerlo es la voluntad de Dios? Es nuestro deber cristiano (1 Timoteo 5:4). 
Yo sufrí abuso durante mi infancia, y por consiguiente, mi actitud hacia esta instrucción bíblica era la de estar exenta de esta expectativa por como fui tratada. Después de todo, ¿cómo podía esperar Dios que yo cuidara a las personas que nunca hicieron por mí nada más que daño? Imagínese: Quizá usted haya sido lastimado por sus padres y ahora los ignora. Comprensible pero no aceptable. Debemos darnos cuenta de que "la persona lastimada también es susceptible de lastimar a las personas" y por ello, desarrollar una actitud misericordiosa e indulgente hacia quienes nos han hecho daño. Cuando realmente hemos perdonado, nos sentimos deseosos de ayudar a quienes no merecen ser ayudados. Nosotros no merecemos la ayuda de Dios, pero de todos modos, Él nos ayuda y espera que hagamos lo mismo con los demás.
Aunque era difícil, llegó un momento en el que tomé la decisión de hacerme cargo del cuidado de mis ancianos padres, y como resultado, he visto el favor y la bendición de Dios. Podemos hacer otras "buenas obras", u "obras de iglesia", pero si hacemos caso omiso de este deber, no estamos haciendo lo debido. Si un creyente deja de ayudar o proveer a sus parientes, es peor que un incrédulo, y no cumple sus obligaciones en esta materia (1 Timoteo 5:8).
Puede que usted no fuera maltratado por sus padres, pero está ahora demasiado ocupado para llamarlos, también a sus abuelos y a sus otros parientes. Quizá su agenda esté demasiado completa para desempeñar sus funciones familiares. La mayoría de nuestros programas están demasiado llenos de cosas que no son muy importantes. Están llenos de cosas que queremos hacer, no de cosas que debemos hacer, y aunque Dios quiere que seamos bendecidos y tengamos cubiertos nuestros deseos, desea, primero y principalmente, que cumplamos nuestro deber como creyentes en Jesucristo. Si no cuidamos a nuestras propias familias, Dios no está contento.
La Palabra de Dios enseña que no debemos escondernos de las necesidades de nuestra propia carne y sangre (Isaías 58:7). La instrucción es seguida por una promesa de bendición: "Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá" (Isaías 58:8). Las bendiciones siguen a la obediencia. Anímese a hacerlo, especialmente a los mayores 1 Timoteo 5:4-8. Usted será bendecido cuando lo haga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario