sábado, 5 de marzo de 2016

Seremos discípulos de Jesús si llevamos frutos




En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. (Juan 15:8)
El trigo crece con la cizaña. Lo que más llama la atención es que ambos se parecen, son casi idénticos, pero una cosa marca la diferencia entre uno y otro. Mientras el trigo crece y da frutos se va encorvando, mientras que la cizaña se desarrolla erguida y altiva.
Esto marca una notable diferencia: el trigo lleva frutos y su tallo se va doblegando ante la voluntad de Dios; la cizaña crece orgullosa y altiva, sin conocer el fin que la aguarda.
Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero. (Mateo 13:30)
¿Por qué deben crecer juntos?
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros. (1 Juan 2:19)
Esto quiere decir que aunque crezcan juntos el trigo y la cizaña, en el tiempo de la siega saldrá a la luz quién no fue un verdadero discípulo de Jesús.
Ahora bien, analicemos los versículos pidiendo sabiduría al Espíritu Santo. Hay un hecho muy importante que con su solo cumplimiento glorifica a Dios, un hecho que tiene que ver con nosotros y que definirá que un creyente glorifique o no a Dios.
Este hecho es que llevemos frutos, pero no acaba aquí, sino que Jesús nos insta a llevar "mucho fruto". Esto significa que los frutos deben ser duraderos y abundantes. Realmente, debe ser una constante en el cristiano que en todos los aspectos de su vida, debe llevar mucho fruto.
No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.(Juan 15:16)
Sin embargo, Jesús no solo nos insta a llevar mucho fruto, sino además, a que nuestro fruto permanezca, es decir, a que los frutos persistan, subsistan y perseveren.
Lo que nos lleva a trabajar para el reino de Dios no de manera efímera y pasajera, sino estable y constante, con los dones y talentos que Dios nos ha dado, para que los frutos sean abundantes y además permanezcan.
¿Cómo se logra esto?
Primero, permaneciendo en la Palabra de Dios. Segundo, pidiendo la orientación del Espíritu Santo respecto a la revelación de nuestros dones y talentos; y finalmente, siendo útiles a nuestra iglesia, familia y comunidad con los dones y talentos que Dios nos ha dado.
No todos tenemos los mismos dones, pero el Espíritu que los reparte es el mismo. Algunos tienen dones de profecía, otros de fe, otros de milagros, otros de palabras de sabiduría, otros de discernimiento de espíritus, otros de lenguas, otros de enseñanza, otros de evangelistas (1 Corintios 12)
Por lo tanto, Dios no te pedirá algo con lo que no te haya equipado previamente. Recuerda que pensó en ti antes de la fundación del mundo, y te dotó de dones espirituales para que los ejercieras en tu iglesia y en tu comunidad.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mi, y yo en él, este lleva muchos fruto; porque separados de mi nada podéis hacer. (Juan 15:5)
Para llevar mucho fruto, debemos permanecer en la Palabra de Dios, que es el Verbo que se hizo hombre, Jesús, nuestro Salvador, Hermano Mayor e intercesor.

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