“DIRÉ YO AL SEÑOR: ‘ESPERANZA MÌA, Y CASTILLO MÍO’…” (Salmo 91:2)
Recuerdo años atrás cuando no conocía a Dios, que en mi corazón había una sed que ninguna religión podía llenar. Visité muchos lugares y templos de religiones buscando consuelo y paz, intentaba que alguien o algo me dijera por qué estoy aquí; en realidad mi corazón buscaba la verdad auténtica, sí, verdadera. Porque hay muchas “verdades” que se venden como verdaderas pero su fin son muerte.
“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo al Señor: ‘Esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en Quien confiaré’. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y protección es su verdad. No temerás al terror nocturno ni a la saeta que vuele de día, ni a la pestilencia que ande en la oscuridad, ni a mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegarán. Porque has puesto al Señor, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal ni plaga tocará tu morada, pues a sus ángeles mandará cerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra. Por cuanto en Mí ha puesto su amor, Yo también lo libraré; lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi Nombre. Me invocará y Yo le responderé; con él estaré Yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré. Lo saciaré de larga vida y le mostraré mi salvación” (Salmo 91:1-7,9-12,14-16).
Ahora siente los brazos de Dios sobre ti y deja que su paz llene tu corazón.
Mil bendiciones y que este día puedas sobreponerte a cualquier cosa mala que estés pasando, en el nombre de Jesús. Amén.
Mil bendiciones y que este día puedas sobreponerte a cualquier cosa mala que estés pasando, en el nombre de Jesús. Amén.
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