Es realmente difícil despedirse de quien amaste un día, de aquella persona con la que tanto compartiste y fuiste feliz, porque queda un vacío y muchos recuerdos. Si bien es totalmente cierto que nadie puede ocupar ese lugar y nada sustituye lo que esa persona fue en tu vida, sea poco o mucho el tiempo que la tuviste contigo, no queda más que agradecer a Dios la oportunidad y el tiempo de haberla tenido.
Generalmente nos lleva bastante tiempo superar la partida de alguien que marcó nuestra vida. Cuando menos lo esperamos, experimentamos el fallecimiento de la persona que más influencia tenía en nosotros en todos los aspectos. Son momentos muy dolorosos, pero con el tiempo y la ayuda de Dios los superamos. Llegamos a su casa, y cada vez que vamos a ese lugar nos asalta algún recuerdo, aunque sea mínimo, pero cada vez que pensamos en lo que vivimos a su lado, hay una sonrisa en nuestro rostro, y decimos “Gracias Dios, por prestarme a esa estrella por un tiempo”.
Tú que sufres la partida de un ser amado, que hoy lloras y miras al cielo preguntando qué vas a hacer para superarlo, de dónde vas a obtener la fuerza, y por qué esa persona se fue así, tan rápido... :Dios conoce tu situación, sabe el dolor que sientes, y ha visto cada una de tus lágrimas, las que derramas a solas en tu habitación y las que escondes detrás de un “estoy bien”. Él tiene tu situación en sus manos, y aunque parezca haber cosas que tal vez no entiendas, quiere darte fuerzas, consuelo y llenar tu vacío con Su presencia, hacerte saber que no estás solo y que con Su amor, sanará tu dolor.Dios es el único capaz de transformar la tristeza en alegría. Pensar en eso se ve tan... utópico, pero realmente es posible si se lo permites; los recuerdos dolorosos se vuelven vivencias que te hacen fuerte, la inseguridad que vives aumenta la fe, y la tristeza por quien perdiste se convierte en la certeza de saber que hoy es una estrella, que brilla con toda su fuerza en la presencia de Dios.
Es necesario apartar el dolor, sacarse la tristeza, y eso lleva tiempo. Nadie debe decirte que no vale la pena sufrir o llorar por haber perdido a alguien a quien amabas, pero debes saber que sobre todas las tristezas, Dios tiene una medida tan grande de amor que te sacará de ellas; por cada lágrima tiene un “te amo” y un “Yo estoy contigo”.
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