jueves, 24 de marzo de 2016

Agradece a Dios al comenzar y terminar la jornada

Estaba cansado. Dejó el portafolios en un sofá, se dirigió al refrigerador, sacó leche y pastel, y se abandonó a ver la televisión. El día había sido agotador. Por la mañana había compartido una lección de un devocional en el templo. Al llegar a la oficina, impartió una enseñanza del evangelio a los empleados. Prosiguió en su itinerario atendiendo a proveedores, algunos de ellos demasiado difíciles, y acabó con una predicación a toda la congregación.
Pastor de vocación, aunque su denominación era real él prefería que lo llamaran por su nombre. No era tanto el ser reconocido como pastor lo que le preocupaba, sino cumplir su misión en la obra de Jesucristo.
En la televisión estaban transmitiendo un concurso de conocimiento cultural. A cada pregunta respondida correctamente, se sumaba una puntuación. Pero él no estaba prestando la más mínima atención porque tenía los ojos cargados de sueño.
Apagó el receptor, conectó el contestador telefónico y se dirigió a su habitación, pero sabía, pese al sueño, que debía hacer algo primero. Se arrodilló y comenzó a orar.
En la intimidad de la pieza sintió la presencia de Dios. Siempre era así. Él estaba allí. No le cabía la menor duda. Y solo así tuvo la tranquilidad necesaria para reposar. Mañana sería otro día. Tal vez la jornada sería más dura, pero tenía la tranquilidad de estar cumpliendo la misión a la que había sido llamado por Jesús.
Quizá le ha ocurrido
Al igual que usted, he llegado sumamente cansado muchas veces. Un rato nada más y a la cama. Un deseo irrefrenable de dormir. Sentimos el peso de todo un día sobre nuestros hombros. Pero no podemos dejar de reconocer algo: al comenzar y terminar toda jornada, es necesario hablar con Dios.
Él es quien nos llena de fortaleza. También nos guía. Va con nosotros de la mano sin importar lo tenebroso que sea el sendero. Por esa razón debemos mantener una íntima relación con Él a través de la oración.
Ese principio de vida de fe lo había asumido Abraham, tal como leemos en las Escrituras: “Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, hasta el llano de Moré; y el cananeo estaba entonces en la tierra. Y le apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido” (Génesis 12:6-7).
No importa lo desfallecido que esté. Tome aunque sean solo unos pocos minutos para levantar altar a Jehová. Reconózcalo en todos sus caminos. Nunca lo olvide: es un principio de victoria…

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