domingo, 21 de febrero de 2016

Predicar un mundo mejor

Marcos 4:14 “El sembrador es el que siembra la palabra”.

Así como Jesús vino a predicar la palabra de Dios, nosotros podemos, y debemos hacerlo.  En muchas ocasiones sentimos que vivimos en una sociedad rota, sin valores, sin amor. Cuando tenemos este sentimiento, debemos recordar que está en nosotros construir un mundo mejor, un mundo lleno de amor, de fe, de vida, de buenas acciones, de cariño por nuestras vidas.
Quien conoce las enseñanzas de Jesús, el amor de Dios y la solidaridad de la fe, sabe que estos tres son motores que mueven montañas, que mueven emociones, que restauran vidas y que nos pueden traer de vuelta de los momentos más difíciles de nuestras vidas.

Hay muchas personas en el mundo que no escuchan el amor de Dios, porque no saben cómo hacerlo o porque sus vidas han sido más difíciles que las nuestras. Y nosotros podemos predicar el amor acercándonos a esas personas; no se trata de una acción de lástima, sino de solidaridad. Se trata de entender que así como hay personas que nacen con más facilidades económicas, hay otras que nacen con más facilidades espirituales. No hay que juzgar, hay que amar al otro y ayudarlo a tener la facilidad y la fe que nosotros tenemos.

Estamos en una época difícil, sí, pero la humanidad siempre ha tenido momentos buenos y momentos malos. No debemos dejarnos llevar por los malos momentos, momentos de odio generalizado, de guerras ni tampoco por los momentos de indiferencia. No debemos permitirnos odiar al otro, ni que éste nos sea indiferente. La tentación es mucha, porque es el camino fácil, pero es más gratificante amar al prójimo a pesar de lo que él nos pueda haber hecho.
Pero podemos construir un mundo de amor, de fe y de confianza, si comenzamos a recordar de manera más continua la vida de Jesús y las enseñanzas de Dios. Todos tenemos la capacidad de cambiar mundos enteros, pues somos obras de Dios y eso es lo que Él quiere y espera de nosotros: que prediquemos el amor que Él nos tiene, demostrándoles a los demás, el amor que nosotros les tenemos a ellos y a la vida.

El amor, la fe y la esperanza son valores que pueden terminar con cualquier crisis humana. No hay odio, ni expresión de desprecio que pueda derrumbar un corazón que esté lleno del amor de Dios. Existen momentos difíciles, sí, pues la vida también nos pone a prueba y Dios quiere que nuestras circunstancias nos sirvan para crecer espiritualmente, pero si estamos seguros del amor que Él nos tiene, siempre vamos a encontrar el camino de vuelta al sentimiento de la calidez divina.

No nos dejemos llevar por las malas noticias, por las crisis humanas, por la situación mundial que pone en tela de juicio el amor de la humanidad; sigamos ahondando en nuestros corazones, para recordar el amor de Dios y continuemos predicándolo hacia los demás, para contribuir a tener un mundo mejor.
Construyamos un mundo con amor, con fe, con más esperanza y con base en la palabra y la obra de Dios.

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