SANTIAGO 5:16 “Confesaos
vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis
sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.”
Si vives rodeado de personas,
te darás cuenta que prácticamente en todo lugar te pueden ocasionar
ofensas. Sea en el trabajo, vecindario, familia, matrimonio,... hasta en la
iglesia los entredichos, discusiones, malos entendidos, peleas, dan
lugar a que nos sintamos ofendidos y a la vez, que nosotros ofendamos a otros.
Los seres humanos somos tan especiales que
enseguida nos ofendemos, especialmente cuando nos dicen las
verdades. Esta clase de ofensa al molestarnos, demuestra
nuestra altivez y orgullo al no estar dispuestos a recibir la
corrección.
Pero está la otra ofensa, y es la que cometemos con nuestras palabras. La
lengua descontrolada tiene el poder de lastimar a los que nos rodean. Muchas veces las tensiones por los nervios acumulados durante el día en
el trabajo, con gente, etc., hacen que respondamos de forma airada y ofendamos a
otros.
Sería bueno que en este momento hagas un
alto, examines tu caminar en las últimas horas, y te preguntes: ¿A cuántos
he ofendido hoy con mis malas reacciones?
La Biblia nos dice que debemos reconocer y confesar las ofensas (pedir perdón) a los que hemos ofendido. Puede resultar vergonzoso, pero hay bendición del Cielo para el que lo practica. ¿Decidiste ya qué vas a hacer?
La Biblia nos dice que debemos reconocer y confesar las ofensas (pedir perdón) a los que hemos ofendido. Puede resultar vergonzoso, pero hay bendición del Cielo para el que lo practica. ¿Decidiste ya qué vas a hacer?
Señor, Tú sabes los
momentos difíciles que he pasado en este día. Éstos me han hecho
reaccionar mal con mi cónyuge, mis hijos, mis vecinos, mi jefe, mis
amigos, etc. Es mi culpa Señor. Yo he cedido ante la presión y he
pronunciado palabras que han ocasionado problemas. Límpiame Señor, y por
fe voy a hablar con los que he ofendido para presentarles mis
disculpas. ¡Dame valor Señor! En el Nombre de Cristo Jesús, amén.
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