Un niño pequeño quería conocer a Dios.
Sabía que tendría que hacer un largo viaje para llegar hasta donde vive, así que guardó en su maleta pastelillos de chocolate y refrescos…
Y empezó su andadura.
Sabía que tendría que hacer un largo viaje para llegar hasta donde vive, así que guardó en su maleta pastelillos de chocolate y refrescos…
Y empezó su andadura.
Cuando había caminado unas horas, se encontró con una mujer anciana. Estaba sentada en un banco del parque, sola, mirando en silencio.
Se sentó junto a ella y abrió su maleta.
Comenzó a beber uno de sus refrescos, cuando notó que la anciana le miraba, así que le ofreció uno de ellos. Ella, agradecida, lo aceptó y le sonrió. Su sonrisa era muy bella, tanto que el niño quería verla de nuevo, así que le ofreció entonces uno de sus pastelillos.
Comenzó a beber uno de sus refrescos, cuando notó que la anciana le miraba, así que le ofreció uno de ellos. Ella, agradecida, lo aceptó y le sonrió. Su sonrisa era muy bella, tanto que el niño quería verla de nuevo, así que le ofreció entonces uno de sus pastelillos.
De nuevo ella le sonrió. El niño estaba encantado y se quedó toda la tarde junto a ella comiendo y sonriendo, aunque sin hablar una palabra.
Cuando oscurecía, el niño se levantó para irse.
Dio algunos pasos pero se detuvo; se dio la vuelta, corrió hacia la anciana y le dio un abrazo.
Dio algunos pasos pero se detuvo; se dio la vuelta, corrió hacia la anciana y le dio un abrazo.
Ella, después de abrazarlo, le dedicó la sonrisa más grande de su vida.
Cuando el niño llegó a su casa, su madre quedó sorprendida de la cara de felicidad que traía.
Entonces le preguntó:
Cuando el niño llegó a su casa, su madre quedó sorprendida de la cara de felicidad que traía.
Entonces le preguntó:
-“Hijo, ¿qué hiciste hoy que te hizo tan feliz?”
El niño le contestó: ”¡Hoy almorcé con Dios!”…
Y antes de que su madre reaccionara, añadió:
-“¿Y sabes? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que nunca he visto!”
Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa.
Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa.
Su hijo se quedó sorprendido de la expresión de paz que reflejaba en su cara, y le preguntó:
-“Mamá, ¿qué hiciste hoy que te ha puesto tan feliz?“.
La anciana le contestó:
-“¡Comí pastelitos de chocolate con Dios en el parque!”…
Y antes de que su hijo respondiera, añadió:
-“¿Y sabes? ¡Es más joven de lo que yo pensaba!” …
Moraleja:
Moraleja:
Todas las personas llegan a nuestras vidas por una razón, bien sea por un tiempo o se quedan toda la vida.
¡Recíbelos a todos por igual!
¡Recíbelos a todos por igual!
¡AH!, Y NO OLVIDES ALMORZAR SIEMPRE CON DIOS.
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