Mi compañero de trabajo me comentó: "Al hacer un breve repaso de mi vida, me he dado cuenta de lo mucho que han cambiado las cosas en estos últimos dos años, y ni me percaté. Esto me da un poco de miedo. Nada dura para siempre, ni siquiera los problemas".
La vida puede cambiar demasiado en un lapso de tiempo muy corto. Pueden cambiar los amigos, el trabajo, la salud,... todo lo imaginable. Y la experiencia del cambio te puede estar esperando a la vuelta de la esquina.
"Nada dura para siempre"
Dependiendo del momento que estemos viviendo, este pensamiento puede ser confortable o confuso. Molesta en tiempo de paz y consuela en tiempos de dolor.
El Antiguo Testamento nos cuenta que en cierta ocasión, el profeta Isaías dio palabras de consuelo de parte de Jehová, a los desterrados de Babilonia. Les dijo que los babilonios no podrían permanecer siempre fuertes: "...toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita"(Isaías 40:6-7)". Comparó a los babilonios con las flores de Palestina, que crecen en abril después de la lluvia y desaparecen al soplar el viento caliente. Y en el versículo siguiente lo podemos leer diciendo: "...pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre".
Su Palabra es eterna
La palabra de Dios ha sobrevivido en las vidas de millones de personas, durante muchos siglos. Y ésto tiene una explicación. Dios es eterno y reinará para siempre. Él no se cansa, su poder es infinito, y tampoco mengua su sabiduría pues su conocimiento es perfecto. Y cumplirá todo lo que prometió en su Palabra porque Él es fiel.
Como hijos suyos que somos, debemos vivir confiados sabiendo que Dios siempre está produciendo cambios necesarios para transformar nuestras vidas..."Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28).
Aferrémonos a sus promesas, pues su palabra y su amor no cambiarán jamás: " ...mas la palabra del Señor permanece para siempre" (1 Pedro 1:25).
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