domingo, 24 de enero de 2016

Perdió su Tesoro

Bajo un sol esplendoroso, un barco de transporte se deslizaba suavemente por el tranquilo mar.
Cerca de la barandilla un pasajero pasaba el tiempo tirando algo al aire y volviéndolo a recoger. Algo que centelleaba con extraordinaria brillantez al ser tocado por los rayos del sol. El hombre fijaba toda su atención en tan resplandeciente objeto cada vez que lo tiraba. Otro pasajero que le observaba se acercó y le preguntó:
– ¿Qué es lo que tira usted al aire y lo vuelve a agarrar con tanto descuido?
diamantes– Es un diamante. Véalo.
– ¿Vale mucho?
_ Si, valiosísimo. Fíjese en su color y tamaño. En verdad todo lo que poseo en el mundo lo tengo invertido en este diamante. Voy a hacia un nuevo país en busca de fortuna. Vendí todas mis pertenencias, e invertí el dinero en este diamante para poder llevarlo fácilmente.
– Si es tan valioso como dice, ¿no le parece muy arriesgado tirarlo así al aire sobre la barandilla?, preguntó el compañero de viaje.
- No, no corro ningún riesgo. Desde hace media hora lo estoy haciendo.
- Pues podría llegar el momento que lo tirase por última vez, dijo el otro.
El hombre sonrió y volvió a lanzarlo al aire y a recogerlo. De nuevo lo tiró  pero… esta vez cayó muy afuera. El hombre alargó la mano todo lo que pudo sobre la barandilla, pero no pudo agarrarlo. Un leve salto de agua marcó momentáneamente el lugar de su caída. El dueño se quedó atontado por un momento, y luego exclamó angustiado.
¡Lo perdí! ¡Lo perdí! ¡he perdido todo lo que tenía en este mundo!
Seguramente usted diría que nadie es tan tonto, que esta historia no puede ser real, pero, es cierta… y es muy posible que el protagonista pudiera ser usted mismo. El mar es el tiempo, y el destino hacia el que viaja es la eternidad. El barco en que viaja es la vida y el diamante es su alma con la que usted está jugando. 

Vamos a repetir la historia de esta manera:


– Amigo, ¿qué es lo que tiene usted en la mano y con lo que juega tan descuidadamente?
- Es mi alma.
- ¿Vale mucho?
- Más que todo lo demás.
- ¿No le parece que corre un gran riesgo de perder su alma?
– ¡Ah,  no!
- Si sigue usted tirando su alma sobre el océano del tiempo, puede llegar el  momento en que ya no pueda recuperarla. Por mucho que lo intente será imposible rescatarla. Su alma se habrá sumergido en las profundidades de la desesperación y exclamará:
- “La perdí”. “La perdí”
Tal será el clamor un día, quizás muy pronto, a menos que ponga su alma en un lugar seguro, bajo el cuidado del Hijo de Dios.
“Que aprovechará el hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:26.

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