La aceptación es una necesidad fundamental para tener un matrimonio saludable.
La aceptación matrimonial significa entender que tu cónyuge tiene una identidad propia, determinada por su temperamento, su cultura, su educación y el medio ambiente en el que se desarrolló, entre otras características.
Todos los seres humanos tenemos la necesidad de sentirnos aceptados. Lo contrario es el rechazo, lo cual implica una manifestación de no aceptación que genera mal juicio, crítica, malestar, enojo, resentimiento y baja autoestima.
En el matrimonio ambos cónyuges deben aceptarse tal como son, con sus virtudes y defectos. A partir de la aceptación mutua, se puede y se debe trabajar para mejorar ayudándose mutuamente.
Muchos cónyuges no recibieron esta manifestación de amor en sus hogares, y se sintieron rechazados por alguno de sus padres, quizá por los dos, aunque de manera generalmente inconsciente. Y luego, esta falta de aceptación la arrastran al matrimonio. Al inicio de la vida conyugal no se manifiesta, por cuanto en la etapa del enamoramiento sí se sienten aceptados. El problema se manifiesta cuando pasada esa etapa, comienzan las quejas, las actitudes despectivas, la indiferencia y las ofensas.
En el matrimonio es completamente normal que los cónyuges sean diferentes o muy diferentes. Lo contrario es poco común, ya que en las relaciones de pareja ocurre lo mismo que en las leyes de la física, que los polos opuestos se atraen y los polos iguales se repelen. La idea es que sean complementarios.
Entonces, los cónyuges deben entender que en la relación matrimonial cada uno tiene que aportar sus dones y virtudes, y que van a ayudar a su cónyuge y viceversa. Siempre hay un cónyuge más activo y siempre hay uno más pasivo que el otro. El más activo debe entender que será un aporte al matrimonio de por vida, y a su cónyuge probablemente le tocará activar la paz.
Colosenses 3: 12-15: Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos.
Para disfrutar de un matrimonio saludable es imprescindible que nos aceptemos mutuamente, y que trabajemos cada uno por nuestra parte, para que nuestra respuesta a las actitudes de nuestro cónyuge que nos molestan, sean bondadosas, humildes y pacientes. Y por otro lado entender que nuestras fortalezas constituyen nuestro aporte al matrimonio, y nuestras debilidades son las que necesitamos que nuestro cónyuge nos ayude a manejar.
Tu matrimonio y tu familia es el tesoro más valioso que Dios te ha dado. ¡Cuídalo!
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