miércoles, 9 de septiembre de 2015

Yo Soy La Gran Comisión.

“Vayan pues a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”. (Mateo 28:18-20)
Sé que Dios me ha comisionado para una tarea muy especial.  Una comisión es una delegación para efectuar una tarea.  La autoridad de Dios ha sido puesta sobre mí para cumplir su propósito. Al cumplir su comisión necesito saber que el Señor hace como Él comisiona. Porque cuando Dios comisiona, Él faculta.
Cuando Dios comisiona Él encomienda. Cuando Dios comisiona, Él permite. Y para ser obediente al llamado del Señor necesito reconocer que su poder y su autoridad están en mí. Lo que necesito es activar ese poder, y ese poder se activa viviendo una vida santa y pura y una vida de oración.
Cómo discípulo de Él, su poder está presente en mi vida y ministerio. Esta es la diferencia entre una vida victoriosa y una vida derrotada, entre una iglesia victoriosa y una derrotada. Quiero ser la comisión activa de Dios donde quiera que esté.
Una de las razones por las que el mundo no se siente atraído por la iglesia es porque ellos no ven ni sienten a Dios en el trabajo, en la vida y en lo sobrenatural. Como si pareciera que el poder de Dios estuviera ausente.
La Iglesia primitiva tenía el poder de "volver el mundo al revés" y por eso eran llamados los transformadores del mundo. Ellos eran así porque sentían que el poder y la unción del Espíritu Santo era una realidad diaria en ellos. Ahora, el Señor nos ha encomendado el evangelio y la vida de los que no lo conocen, y como discípulos de Él, necesitamos mirar con diligencia para guardarnos en pureza.
Nosotros somos los mayordomos que Él ha encomendado y somos la comisión en sí. Quiero ser fiel a la tarea que se me ha encomendado. Hemos sido llamados para terminar la tarea de llevar el evangelio y esto no es una opción, sino un deber. Muchas veces, cuando Dios nos llama para una tarea específica, nos sentimos incapaces de ejecutar su llamado y olvidamos el tipo de Dios a quien servimos.
Sin embargo, hay tres principios de la naturaleza de Dios que hacen dejar a un lado todas las excusas y preguntas que podríamos hacer, cuando Él nos llama:
1.- Dios es amor y su voluntad es siempre la mejor para mí.
2.-Dios lo sabe todo y sus caminos son siempre rectos.
3.- Dios es todopoderoso y Él me ayudará con su poder para que yo termine la tarea asignada.
Por lo tanto, quiero cumplir la gran comisión porque yo soy la comisión. No veamos la comisión solo como una tarea personal, veámosla como la unión de dos personas. Él y yo.
Señor. Gracias por encomendarnos la hermosa tarea de llevar tu evangelio a quien no lo conoce. Quiero ser obediente y seguir adelante en el cumplimiento de tu gran comisión. Amén.

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