miércoles, 9 de septiembre de 2015

El Precio De Ser Bendecido

“…EL PREMIO… CORRED DE TAL MANERA QUE LO OBTENGÁIS” (1 Corintios 9:24)

Los corredores con experiencia en largas distancias han aprendido a concentrarse en la resistencia, y no solo en la velocidad. Mantienen un ritmo casi siempre constante para que cuando se acerquen a la línea de meta, puedan usar las fuerzas de reserva. Pablo dijo: “….yo de esta manera corro, no como a la ventura…, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:26-27). Para los corredores espirituales (de largas distancias), abandonar no es una opción. A pesar de los retrasos y decepciones a lo largo del camino, saben que nunca estarán satisfechos si se quedan parados, por lo que animan a aquéllos que “corren la carrera”. Así que, si eres de esa clase de personas que necesita alcanzar la esperanza de su llamado y cumplir el plan que el Señor ha ordenado para ti, ¡lánzate a ello! y no te olvides de que Jesús dijo: “…a todo aquél a quien se le haya dado mucho, mucho se le demandará…” (Lucas 12:48). Eso sí, querer ganar te costará presiones, críticas, soledad y sacrificio.

Entonces, ¿cuál es el secreto para mantenerte con fuerza? El escritor de la carta a los Hebreos dijo: “…Jesús… el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio…” (Hebreos 12:2). Solo aguantarás el dolor cuando estés esperando algo con ilusión. Dios nos expone a la oposición y a la crítica para fortalecer nuestro carácter. De esta forma, cuando vengan las grandes bendiciones y sus correspondientes responsabilidades, no reventaremos. El éxito solo llega cuando estás comprometido y tienes la pasión suficiente para “cruzar la línea de meta”. Por lo tanto, debes preguntarte: ¿podré resistir para poder ser bendecido? Cuando sientas la presión, ¿dirás como Nehemías?: “…Estoy ocupado en una gran obra y no puedo ir…” (Nehemías 6:3). Si te contestas que vas a aguantar, concéntrate en el objetivo, “corre para ganar” (1 Corintios 9:24b), ¡y podrás estar seguro de que “cruzarás la línea de meta”!
“…SIÉNTATE… Y CALCULA LOS GASTOS…” (Lucas 14:28b)

¿Cuántas veces has orado por algo sin ser consciente realmente de lo que te costaría al final si lo consigues? El éxito siempre llega con “su etiqueta de precio”. Ser bendecido puede resultar muy duro, ya  que todo lo que Dios nos da requiere su mantenimiento. Cuando puso a Adán y Eva en el huerto del Edén, tuvieron que ocuparse de él. Jesús dijo: “Si quieres edificar, siéntate y calcula los gastos” (Lucas 14:28). Cuando el Señor te bendice, no esperes que todos los que te rodean se alegren contigo. Algunos dirán que tu bendición ha llegado a su costa, porque por celos no quieren que avances más rápido que ellos, o porque quieren también lo que Dios te ha dado pero sin estar dispuestos a pagar el precio que tú has pagado.

Santiago dijo: “…donde hay celos y rivalidad, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Santiago 3:16). No solo tienes que cuidarte de tus enemigos; la traición a menudo tiene lugar por parte de los que están cercanos. Jesús estaba sentado a la mesa con Juan, el amado, y con Judas, el traidor. Uno estaba lo bastante próximo como para recostar su cabeza en el pecho de Jesús, mientras que el otro tenía el  suficiente acceso a Él como para traicionarle con un beso. ¡Es importante que sepas quién está “sentado en tu mesa”!
No obstante, por muy duro que sea ser criticado por las personas que respetas y en las que confías, peor es desviarte del rumbo que el Señor estableció para ti para que seas aceptado por ellas. Por muy bien que te sientas al ser respaldado y aplaudido, en algún momento necesitas detenerte y preguntarte: ¿Cuántas cosas estoy dispuesto a sacrificar para ser bendecido? La respuesta determinará tu destino.
“…SOBRE POCO HAS SIDO FIEL, SOBRE MUCHO TE PONDRÉ…” (Mateo 25:23b)

Para tener éxito en cualquier empresa comercial importante, necesitas tener “espalda dura” para soportar las críticas que recibirás. Eso diferencia a los que dicen querer recibir algo de Dios, de aquéllos que están dispuestos a pagar el precio preciso para recibirlo. Por ejemplo, si has estado orando por tu compañero/a, pregúntate si realmente estás preparado/a para el sacrificio y la responsabilidad que conlleva el matrimonio. ¿Eres lo bastante estable, desinteresado/a y maduro/a para proveer a una familia? O, si estás orando para que tus negocios aumenten, ¿estás proporcionando un buen servicio a tus clientes actuales? 
Algunas veces estamos “enamorados” de la imagen del éxito, pero no hemos tenido en cuenta lo que realmente cuesta lograr algo. Por eso es bueno que el Señor no nos conceda automáticamente todo lo que le pedimos. A menudo queremos cosas porque parecen buenas en la vida de los demás, pero Dios, en su sabiduría, sabe que recibir algo para lo que no estamos preparados para manejar, podría destrozarnos.
El Señor te prueba con lo que ya tienes para que desarrolles seguridad y fortaleza. Él quiere ver cómo te las apañas con las presiones que acompañan a las bendiciones que ya te ha dado; quiere llevarte al lugar con Él, donde serás inmune a la adversidad y en donde aprenderás a apreciar más al Dador que a la dádiva. Y cuando llegues allí, le escucharás decirte: “…Bien, buen siervo…; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”. ¡Y eso hará que todo haya merecido la pena!


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