sábado, 8 de agosto de 2015

Inspiración

En el pequeño colegio rural había una vieja estufa de carbón, muy anticuada. Un chiquito tenía asignada la tarea de llegar al colegio temprano todos los días para encender el fuego y calentar el aula, antes de que llegaran su maestra y sus compañeros.
Una mañana, llegaron y encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente más muerto que vivo del edificio. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su cuerpo y lo llevaron urgentemente al hospital del condado.
En su cama, el niño, horriblemente quemado y semiinconsciente, oía al médico que hablaba con su madre. Le decía que seguramente su hijo moriría, que era lo mejor que le podía pasar en realidad, pues el fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo.
Pero el valiente niño no quería morir. Para gran sorpresa del médico, sobrevivió.
Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oír a su madre y al médico hablando despacito. Dado que el fuego había dañado en gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, le decía el médico a la madre, hubiera sido mucho mejor que muriera, ya que estaba condenado a ser inválido toda la vida, sin posibilidad alguna de usar sus piernas.
Una vez más el valiente niño tomó una decisión. Caminaría. Pero desgraciadamente, de la cintura para abajo no tenía capacidad motriz. Sus delgadas piernas colgaban sin vida.
Finalmente, le dieron de alta.

Todos los días su madre le masajeaba las piernas, pero no había sensación, ni control, nada. No obstante, su determinación de caminar era más fuerte que nunca, a pesar de que cuando no estaba en la cama, estaba confinado una silla de ruedas.
Una mañana soleada, la madre lo llevó al patio para que tomara aire fresco. Ese día, en lugar de quedarse sentado, se tiró de la silla. Se impulsó sobre el césped arrastrando las piernas, y llegó hasta el cerco de postes blancos que rodeaba el jardín de su casa. Con gran esfuerzo, se subió al cerco, y allí, poste a poste, empezó a avanzar por el cerco, decidido a caminar.
Empezó a hacer lo mismo todos los días hasta que hizo una pequeña huella junto al cerco. No quería nada más que darle vida a esas dos piernas.
Por fin, gracias a las oraciones fervientes de su madre y a sus masajes diarios, a su persistencia férrea y su resuelta determinación, desarrolló la capacidad, primero de pararse, luego de caminar tambaleándose y finalmente, de caminar solo y después correr.
Empezó a ir caminando al colegio, y después corriendo, solo por el placer de correr. Más adelante, en la universidad, formó parte del equipo de carrera en pista cubierta.
Y aún después, en el Madison Square Garden, este joven, que no tenía esperanzas de sobrevivir, que nunca caminaría, que nunca tendría la posibilidad de correr, este joven determinado, Glenn Cunningham, llegó a ser el atleta estadounidense que ¡corrió el kilómetro más veloz en el mundo!
Josué 1:9
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.

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