Por otra parte, y en gran medida como una consecuencia del frío mundo anti-espiritual que nos dejó el escepticismo ateo o agnóstico, Occidente ha sido invadido, también, por la influencia del conjunto de ideas y prácticas espiritualistas provenientes de Oriente, bajo el fenómeno que llamamos New Age, o Nueva Era.
Este fenómeno engloba y alberga, por su propia naturaleza, todo tipo de creencias, especialmente de corte oriental, que incluyen una base mayormente panteísta (todo en la naturaleza es divino), en la que se elimina el concepto del bien y del mal como opuestos, antagónicos. Lo que llamamos bien y mal serían pues, categorías artificiales que describen las dos caras necesarias y complementarias de la realidad, a fin de que exista un equilibrio y una armonía cósmicos.
Por ende, el concepto de pecado queda reducido a la nada y, por lo tanto, también la necesidad de un Salvador que muera por nosotros en la cruz, y de que haya un poder exterior a nosotros que nos limpie y transforme radicalmente. Además, la Nueva Era proclama el tan halagüeño “el poder está en usted”. Tampoco se concibe la muerte como un fenómeno real, sino que se considera el alma como inmortal, y se piensa que ésta se reencarna en otras vidas y seres, en un incesante ciclo de elevación espiritual hasta alcanzar la perfección.
Nuevamente, no hace falta un Salvador. Se considera que estamos superando de forma casi absoluta la Era de Piscis (la Era Cristiana), que sería una era de conflicto y lucha, para ingresar en la Era de Acuario, en la que reinarán el amor y la paz.
Este es el paradigma ideológico, contrario, en el cual los cristianos no solo han de vivir en su fe de forma auténtica y comprometida, sino también cumplir con la misión cristiana de promocionar el cristianismo y contribuir al crecimiento del Reino de Dios en la Tierra.
Y esto exige de ti una toma de posición. Parafraseando a Pilato, ¿qué harás de Jesús, llamado el Cristo?
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