jueves, 22 de octubre de 2015

Tan bueno que era

Basta con morirse para ascender al tope de la escala moral. Al menos, en los velatorios no hay quien hable mal de los honorables huéspedes del subsuelo.
El difunto pudo ser en vida un consumado alcohólico, todo un cavernícola (habitante de las cavernas), un retrógado pero, ahora muerto, es un borracho digno. Ya nadie parece acordarse de esas sesenta billones de células, todas ebrias, que llegaban dando tumbos a casa; ahora ha muerto y... ¡tan bueno como era!
De este efecto benévolo posterior a toda muerte, habló Jesús cuando dijo: – y si el grano de trigo no cae a tierra y muere, queda solo; pero, si muere, llevará mucho fruto.- Entonces, muerte es la expresión bíblica que más precisa lo que ocurre a la persona que se rinde totalmente a Dios y a su voluntad. "Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo. Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús".
No hay nada para el grano de trigo que se resiste a morir. Solo muerto llevará fruto. No sirve aparentar muerte. Nadie dirá nada bueno de una semilla que solo quedó apegada a la tierra, debe hacer su viaje al fondo con todo el cuerpo y así, dará de qué hablar.
El creyente en Cristo está llamado a morir. Tristemente, algunos andan por ahí como si no estuvieran ni vivos ni muertos. Son como cadáveres que se hubieran arrepentido de su muerte.
La familia, amigos, vecinos e iglesia, están esperando recoger de ellos algún fruto espiritual, decir lo bueno que es vivir, compartir, trabajar con ellos; pero, no hay fruto.
Sin morir somos nuestra propia criatura detenida. Muriendo somos una nueva criatura. 2ª Corintios. 5:17.
Por otro lado, quienes han instalado su residencia bajo tierra son los seres más insólitamente tranquilos, entregados por entero al reposo, imperturbables. En vida, no se les podía decir ni pío, ahora, puede hablarse de ellos y siguen cultivando su fructífera humildad, una decencia y honradez elementales, señal de que están muertos; esa es la respuesta de un muerto.
Estar muertos, desde el punto de vista de hacer el bien comportándose como vivos, es carecer de vida en nuestras relaciones con el pecado y el mundo. Es reflejar la vida de Cristo en nosotros. Es reposar en Dios y no responder a los agravios ni tomar venganza. Es mostrar quietud, tranquilidad y dominio en los momentos de adversidad. Es portarse como todo un difunto, como una semilla que para vivir a plenitud, debe saber morir.
Si los hacía morir, entonces buscaban a Dios; entonces se volvían solícitos en busca suya. Salmo 78:34.
Un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar. Eclesiastés 3:2.

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