Estaba desilusionada conmigo misma por descender a un nivel tan profundo de mi mente, y el creciente resentimiento interno que sentía, solo hacía más deprimente cada día.
Escapando de mi propia realidad, tomé refugio en las historias que escribía creando otras nuevas, y durmiendo como un personaje, imaginado, con una vida muchísimo mejor que la mía. Estaba atrapada dentro de las fronteras que yo misma había creado, impidiéndole a ciertos sentimientos, exceptuando la conmiseración propia y la desilusión, residir y crecer libremente.
Puede sonar un poco dramático para aquellos que, suficientemente afortunados, nunca han experimentado la desesperación interior.
Desafortunadamente, la mayoría de la gente se identifica con lo muy difícil que puede ser escalar el pico de la depresión, especialmente si han estado residiendo al pie de la montaña por algún tiempo. Pero con cada minuto, con cada hora y con cada día que permanecemos quietos, tenemos una tendencia mayor a sentirnos cómodos con esos límites.
La montaña entonces, viene a ser parte de nuestro escenario habitual, y la jornada que debíamos viajar para llegar a nuestro destino es pospuesta o, peor aún, no conquistada nunca.
¡Menos mal!, mi vida comenzó a cambiar cuando me di cuenta de que no era mi ambiente quien que me debía controlar, sino yo quien controlaba mi ambiente. Era yo quien disminuía las luces de mi propio mundo, y era yo quien necesitaba aumentarlas lentamente.La montaña entonces, viene a ser parte de nuestro escenario habitual, y la jornada que debíamos viajar para llegar a nuestro destino es pospuesta o, peor aún, no conquistada nunca.
Fue durante esa travesía, cuando le di una segunda ojeada a mi vida dándome cuenta de que mis hijos me necesitaban. Merecían una madre que pudiera darles luz en sus propios tiempos de oscuridad, guiándoles a una vida mejor que la que me había permitido durante esos tiempos desesperanzados. Merecían una madre que hollara y moviese montañas para compartir con ellos, la sabiduría que obtuviese para el día en que ellos mismos iniciasen sus propias travesías.
Aprenderían que la felicidad es un don que nos damos a nosotros mismos, y que sin importar cuán perdidos nos sintamos a veces, la continuidad en nuestra fe nos llevará eventualmente a nuestra cima.
Fue en este tiempo cuando comencé a hallar lo bueno de todas las cosas que había ignorado en mi inconsciencia. Comencé a ver claro todo lo que había pasado por alto fuera de mí, debido a mi propia indulgencia en mi desdicha interior.
Vi claro que eran las pequeñas cosas negativas de la vida las que me controlaban, y que por el contrario, las pequeñas cosas positivas me pondrían en libertad. De la misma forma que había buscado y permitido cualquier negatividad gobernarme, comencé a buscar todo lo positivo que pudiera liberarme eventualmente.
Comencé a caminar paso a paso, cayendo en ocasiones, pero levantándome con mi meta en mente, mientras ésta se hacía cada vez más visible a cada paso. Usando mi propio compás interno direccional, y creando mis propios trechos, conquisté logro tras logro hasta que eventualmente dominé el arte de escalar.
Luchamos contra la desilusión y experiencias deprimentes cada día de nuestras vidas. Por lo tanto, seamos conscientes de que estos tiempos difíciles son nuestra oportunidad de crecer y aprender estrategias más avanzadas, para escalar nuestra próxima montaña más rápidamente.
Estos tiempos difíciles nos proveen de experiencia y conocimiento que podemos pasarles a nuestros hijos y al mundo. Nos conceden sabiduría que, al mirar atrás, nos permitirán pararnos orgullosamente y ver con sorpresa, lo lejos que hemos viajado. Sólo a través de la dificultad podremos descansar en la cima, mirar al horizonte que nos rodea y regocijarnos, más allá de la imaginación, sobre la hermosura de la vida y lo realmente afortunados que somos.
Estos tiempos difíciles nos proveen de experiencia y conocimiento que podemos pasarles a nuestros hijos y al mundo. Nos conceden sabiduría que, al mirar atrás, nos permitirán pararnos orgullosamente y ver con sorpresa, lo lejos que hemos viajado. Sólo a través de la dificultad podremos descansar en la cima, mirar al horizonte que nos rodea y regocijarnos, más allá de la imaginación, sobre la hermosura de la vida y lo realmente afortunados que somos.
¿Quién de nosotros no enfrenta desafíos en la vida cada día?
Es más, todos quisiéramos poder vivir continuamente en la cima, aunque la experiencia nos muestra que tal sueño es imposible, ya que la vida nos presenta todo tipo de circunstancias que nos llevan a tomar decisiones, algunas veces equivocadas y otras, acertadas.
El problema es que en realidad nunca sabemos cómo resultarán nuestras decisiones. Pero lo que sí podemos hacer es aprender de los fracasos y de las experiencias tanto nuestras como de las de otros. De esa manera nos estaremos colocando en una mejor posición para escalar las montañas de nuestra vida.
El problema es que en realidad nunca sabemos cómo resultarán nuestras decisiones. Pero lo que sí podemos hacer es aprender de los fracasos y de las experiencias tanto nuestras como de las de otros. De esa manera nos estaremos colocando en una mejor posición para escalar las montañas de nuestra vida.
Si eso nos parece muy difícil de implementar, ¿por qué no acercarnos a Quien puede darnos la sabiduría necesaria?
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