viernes, 23 de octubre de 2015

La resurrección de los justos

¡Despertad y cantad, moradores del polvo! Porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos. Isaías 26:19.

El Rey de reyes desciende en la nube envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante Su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares…
Entre las exclamaciones terrenales, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: “¡Despertaos, despertaos, despertaos los que dormís en el polvo y levantaos!” Por toda la superficie de la tierra los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” 1 Corintios 15:55. Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados, en prolongada y alegre aclamación de victoria.

Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando fueron depositados en ellas… Pero todos se levantan con la lozanía y el vigor de la eterna juventud… La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal. Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba…

Los justos vivos son mudados “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos”. versículo 52. A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados para recibir a Cristo, su Señor, en los aires. Los ángeles “juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”. Mateo 24:31.

Cuando los niñitos salen dotados de inmortalidad de sus lechos de polvo, inmediatamente vuelan hacia los brazos de sus madres.
Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios.


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