jueves, 29 de octubre de 2015

Alabanza coherente

"No toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas." (Salmo 105:15)

El salmista hace un balance de la historia de Israel en este salmo, y alaba al Señor por ello. Es importante e imprescindible alabar al Altísimo por lo que nos ha permitido vivir, no como un ejercicio de añoranza sino de agradecimiento; dice el refrán castellano que "es de bien nacidos ser agradecidos".
Ahora bien, la alabanza no es un acto espiritual en una vida carnal, sino que es la consecuencia de una trayectoria de vida espiritual. ¡Con qué poco podemos difamar a un siervo del Señor! ¡Qué sencillo es tocar a un ungido del Señor y luego seguir como si nada hubiese ocurrido!. Un creyente que habla mal de un siervo de Dios es un cristiano que tiene asegurada que su alabanza será escuchada por él mismo y por los que le aplauden, pero tiene la misma seguridad en que el Señor no le escuchará sino que le castigará.
Tomar de los símbolos del pan y el vino no es solamente una evidencia de que somos bautizados en Cristo, sino la exteriorización de que nuestra lengua está controlada por el poder del Espíritu Santo, y esa fuerza divina nos impide "tocar", aunque sea "cristianamente", a aquellos que están sirviendo al Señor completa o parcialmente.
Es realmente interesante, que el capítulo bíblico usa con frecuencia el pasado pero la frase está en tiempo presente. ¡Cuidado!, no nos fiemos de lo que sucedió tiempo atrás y nos olvidemos del momento presente.

Si una persona es realmente ungida y atentamos de alguna forma contra ella, tengamos por cierto que el Señor recuerda perfectamente toda palabra que sale de nuestra boca. Si la persona no es realmente ungida, dejemos que sea el Altísimo quien le juzgue y no nosotros; de esa manera dejaremos que el Señor cumpla sus sentencias y nuestra paciencia crecerá.


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