Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Romanos 8:37
Durante la Guerra Fría, un período de múltiples diferencias entre las dos potencias mundiales más grandes de la segunda mitad del siglo XX, los estadounidenses vivían bajo la amenaza de una guerra nuclear. Durante la crisis de los misiles en Cuba, en 1962, parecía que Estados Unidos estaba al borde del aniquilamiento. Para un alumno de sexto grado, era una situación angustiosa.
Uno de los recuerdos más nítidos de aquella época eran los ejercicios de seguridad en el colegio: sonaba una alarma y debíamos escondernos debajo de los pupitres para protegernos de las bombas atómicas. La verdad es que ahora, al mirar atrás, eso no nos habría ayudado para nada ante un holocausto nuclear. Incluso nos habría dado una falsa sensación de seguridad.
Aunque hoy quizá no enfrentemos algo así, hay muchos peligros que nos atemorizan, y algunos son espirituales. Efesios 6:12 nos recuerda que nuestras luchas son "contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". Sin duda, hay enemigos poderosos, pero Dios nos ha dado Su amor protector (Romanos 8:35, 38-39) y los recursos espirituales de Su armadura (Efesios 6:13-17).
¿El resultado? Aunque enfrentemos una fuerte oposición, "somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Romanos 8:37). En nuestro Padre celestial tenemos seguridad verdadera.
La seguridad no está en la ausencia de peligro, sino en la presencia de Dios.
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