Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el Señor su Dios”. (Salmos 146:5).
Días atrás, un amigo me llamó para posponer un viaje que previamente habíamos pactado para el martes. Grande fue el disgusto que me provocó el cambio de planes; no obstante, una vez repuesto mi ánimo, le pregunté la razón por la cual decidió el cambio, y él, con mucha efusividad, me dijo: “Porque mañana es martes”. ¿Y eso qué tiene de anormal?, volví a preguntar … ¿“No te das cuenta?, replicó. En martes, ni te cases ni te embarques”. Efectivamente, en ese instante me daba cuenta del detalle: era Martes 13.
Queridos amigos y amigas, la leyenda y la tradición han hecho de las supersticiones parte del vivir diario del ser humano, tanto que en gran medida rigen la vida de muchas personas. Lo sé porque también lo sentí así, antes de tener un modesto pero correcto conocimiento de la Palabra de Dios.
Seguramente tú también practicaste alguna superstición de éstas u otras, pero muy posiblemente eso ya quedó en el pasado, abandonado con tu viejo hombre o tu vieja naturaleza a los pies de la cruz.
Permita y pida, entonces, a Dios, que después de orar por nosotros, los otros y los nuestros, no sigamos en la vieja manía de cruzar los dedos o portar alguna pata de conejo, en la creencia de que así le ayudamos al Señor a hacer sus milagros.
¿No eres ya supersticioso?…¡Qué bien!…No obstante, la pregunta es: ¿Qué hace la Biblia en ese rinconcito de tu casa, abierta pero sin ser leída, rodeada de flores, velas o plantas?… ¿Acaso es tu amuleto para alejar los malos espíritus?…
¿No eres ya supersticioso?…¡Qué bien!…No obstante, la pregunta es: ¿Qué hace la Biblia en ese rinconcito de tu casa, abierta pero sin ser leída, rodeada de flores, velas o plantas?… ¿Acaso es tu amuleto para alejar los malos espíritus?…
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