“…SOMOS TRANSFORMADOS… EN SU MISMA IMAGEN, POR LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU…” (2 Corintios 3:18b)
¿Te estás esforzando por parecerte más a Jesús, pero algunos días da la impresión de que das dos pasos hacia adelante y tres para atrás? Crecer espiritualmente no es fácil; por eso Pablo nos animó a que no “…nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9). No te das cuenta de que has crecido físicamente hasta que te ves en una foto vieja; es entonces cuando notas que has cambiado. Y lo mismo se puede decir en cuanto al crecimiento espiritual; es difícil evaluar hasta dónde has llegado, si no miras atrás y ves dónde estabas antes de que Jesús te salvara y diera la vuelta a tu vida. La Biblia dice: “…somos transformados… en su misma imagen, por la acción del Espíritu…” (2 Corintios 3:18b). Sin embargo, crecer conlleva dolores, consecuencia de ese mismo crecimiento.
Veamos, un día, un obrero se resbaló y cayó desde un andamio sito a cuarenta pisos de altura. Cuando caía en picado y pasaba por la planta veinte, una mujer que lo vio desde su oficina, le gritó: “¿Cómo está usted?”, a lo que el hombre respondió: “Hasta ahora estoy bien”.
No olvides nunca que estás involucrado en un viaje espiritual, que vas progresando poco a poco y que el diablo siempre buscará formas de recordarte lo mucho que todavía te falta por andar. ¡No le escuches! Jesús dijo: “…no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso…” (Juan 8:44b – La Biblia de las Américas). Si te desilusionas y te rindes, Satanás gana. Pablo dijo: “…derribando argumentos…, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo…” (2 Corintios 10:5). Aprende a vivir dejando aparcados tus sentimientos y a escarbar hasta lo más profundo de tu ser, donde habita el Espíritu de Dios. Y, ¡anímate! No siempre vas a sentirte motivado, pero cada día vas madurando y creciendo más firmemente en Cristo. De manera que, ¡no se te ocurra pensar en tirar la toalla!
No olvides nunca que estás involucrado en un viaje espiritual, que vas progresando poco a poco y que el diablo siempre buscará formas de recordarte lo mucho que todavía te falta por andar. ¡No le escuches! Jesús dijo: “…no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso…” (Juan 8:44b – La Biblia de las Américas). Si te desilusionas y te rindes, Satanás gana. Pablo dijo: “…derribando argumentos…, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo…” (2 Corintios 10:5). Aprende a vivir dejando aparcados tus sentimientos y a escarbar hasta lo más profundo de tu ser, donde habita el Espíritu de Dios. Y, ¡anímate! No siempre vas a sentirte motivado, pero cada día vas madurando y creciendo más firmemente en Cristo. De manera que, ¡no se te ocurra pensar en tirar la toalla!
“ANTES QUE TE FORMARA EN EL VIENTRE…, TE SANTIFIQUÉ…” (Jeremías 1:5)
Espiritualmente hablando, probablemente no has llegado tan lejos como te hubiera gustado, pero gracias a Dios, todavía estás en camino. Hubo un tiempo en que fuiste un extraño en cuanto a la gracia de Dios, pero ahora perteneces a “…la familia de la fe” (Gálatas 6:10b). Pablo escribió: “…recibisteis la Palabra de Dios… no como palabra de hombres, sino según es en verdad la Palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13b). ¿Entendiste? Mientras sigas creyendo que es así, la Palabra de Dios seguirá actuando en ti. Además, crecerás más rápido cuando dejes de ser tan duro contigo mismo; aprende a relajarte y empieza a vivir por lo que dice la Palabra de Dios acerca de ti y no por cómo te sientes.... Porque la forma en la que te ves a ti mismo afecta a tu progreso espiritual. Mientras no alinees el concepto que tengas de tu propia persona con el que el Señor tiene de ti, revelado en su Palabra, seguirás viéndote inferior e indigno, y esto retardará tu crecimiento espiritual. Nadie te conoce como Dios lo hace, y a pesar de tus luchas y tropiezos, Él te ama y te acepta tal como eres. El Señor le dijo a Jeremías: “Antes que te formara…, te conocí, y… te santifiqué…” (Jeremías 1:5). Deja de preocuparte por ser rechazado si no “cumples” a la perfección. El mundo actúa así, pero Dios no. Es más, si fueras tan perfecto como te gustaría ser, no necesitarías su gracia, ¿verdad? Como la cojera de Jacob (Génesis 32:22-32), a veces el Señor deja desperfectos en nosotros, para recordarnos lo mucho que lo necesitamos cada día. Así que, disfruta del momento en el que te encuentras ahora y no te compares con los demás. No te preocupes si ellos están más avanzados que tú, porque han pasado por los mismos sitios para poder llegar a donde se encuentran hoy.
“CUANDO YO ERA NIÑO…
Un maestro de la Biblia muy conocido dijo: “Cuando acababa de nacer espiritualmente, intenté ser lo que me imaginaba que todos los creyentes eran; creía que habían logrado un nivel de santidad que yo no tenía. Admiraba a aquellos ‘héroes de la fe’ cuyos testimonios tan impresionantes llenaban todo lugar de reunión. Ellos parecían tan cambiados, seguros y estables… Yo pensaba que el amor de Dios se repartía de acuerdo a una escala de méritos, o sea, si hoy hiciera las cosas bien, el Señor me querría, y si no, no lo haría. No me daba cuenta de que todo lo que nace, debe crecer y desarrollarse hasta alcanzar la madurez. Esperaba una metamorfosis inmediata, poderosa y absoluta que me transformaría en alguien perfecto. ¿Te sientes tú así también, creyendo que algo va mal dentro de ti y que por lo tanto no puedes dar la talla?
Pablo dijo: “Cuando yo era niño, hablaba como niño,…; pero cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño” (1 Corintios 13:11). Toda “…nueva criatura…” (2 Corintios 5:17b) empieza siendo un “niño” que necesita tiempo y entrenamiento para madurar. Los crecimientos rápidos y una integridad creada por ti mismo, te llevarán a intentar impresionar a los demás con un falso sentido de santidad. Eso causará que no seas honesto delante de Dios, y te hará pensar que a tu edad espiritual deberías haber progresado más. ¿Te acuerdas de que cuando eras pequeño/a te ponías los zapatos con tacones altos de tu madre o las botas de tu padre? Por mucho que quisieras que te quedaran bien, ¡te quedaban grandes por todos los lados! Eso no significa que algo no andaba bien contigo, sino que ponía de manifiesto que estabas exactamente donde debías estar para la edad que tenías. Pues bien, lo mismo se aplica a tu caminar diario con el Señor. Es muy importante que le des tiempo a Él para que puedas madurar.
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