domingo, 27 de septiembre de 2015

En el museo de la fe

La experiencia de otros sirve para ilustrar de qué manera podemos nosotros ejercitar la fe en el tiempo presente.
Hebreos 11
Este capítulo de la epístola es muy conocido. En él, el autor escoge a algunos de los grandes personajes de la historia del pueblo de Dios, para ilustrar los principios que ha expuesto hasta este punto. Nos resultará de provecho, entonces, intentar resumir el argumento presentado hasta aquí, para que podamos, luego, examinar de qué manera algunos de estos héroes lograron implementar esta verdad en sus vidas. 
La epístola comienza con una exposición de uno de los grandes sucesos de la historia, y con qué Dios ha escogido hablarnos. Lo hizo primero por medio de diversos profetas y, en los últimos tiempos, por medio de su propio Hijo. Por ser el mismo Creador el que habló, el autor nos exhorta a prestar mucha atención a lo que dice. No habló simplemente para rellenar los silencios, por la falta de explicación que a veces se produce entre dos seres. Habló porque su Palabra es esencial para que nos encaminemos de nuevo, hacia una vida que se alinea con los propósitos del Reino. 

Para que la Palabra pueda penetrar hasta lo más profundo de nuestro ser, es necesario que no permitamos que el engaño de nuestros corazones produzca en nosotros, una actitud de incredulidad. Creer la Palabra es esencial para desarrollar una vida espiritual, pero el engaño de nuestros corazones nos inclina hacia la desobediencia. 

La Palabra que Dios ha compartido con nosotros, revela su perspectiva de quiénes somos nosotros y cuáles son sus intenciones para con nuestras vidas. La visión que contiene contradice notablemente la perspectiva que prevalece en una cultura, como esta, caída y rota. Las mentiras, que son características y parte de esta cultura, están tan arraigadas en nuestra manera de ver la vida, que nos sentiremos tentados a descartar la Verdad del cielo por la mentira que reina entre los hombres. Y por convivir continuamente con estas mentiras, muchas veces tienen apariencia de ser más parecidas a la verdad que la Palabra que procede de la boca de Dios.
La fe, entonces, solamente se puede ejercitar sobre la marcha.

A medida que avanzamos por la vida, nos encontraremos con una diversidad de situaciones que parecieran contradecir la Palabra que Dios ha hablado, "confirmando" las mentiras sembradas en lo profundo del corazón. Y la fe, que es asustadiza, se sentirá tentada a huir ante el primer conflicto. En cada una de estas situaciones la exhortación del autor de Hebreos es que retengamos, con firmeza, nuestra confianza en el Señor. 
En el museo de la fe el autor menciona a veintiuna personas que ilustran, de manera clara, de qué manera se ejercita esta confianza en la vida cotidiana. Sus vivencias nos ofrecerán la mejor manera de entender las particulares dinámicas que encierra el vivir por fe. 

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