domingo, 30 de agosto de 2015

Me conquistó

Posiblemente tengas amigos o amigas que quieras casi como un hermano, con quienes compartes tu vida y ellos comparten sus vidas contigo. Es como tener una extensión de la familia con la ventaja que puedes escogerla; generalmente, te hacen reír, te alegran la vida. Amigos que están junto a ti en tus buenos, malos y muy malos momentos, dispuestos a hacer lo que sea por verte feliz. Yo tengo el regalo de tener algunos así y ha sido una de las experiencias más enriquecedoras que me haya tocado vivir. Aprendo de ellos y he visto que ellos también lo hacen de lo poquito “imitable” de mí.
Durante años he tenido la bendición de contar con buenos amigos, y algunos se han mantenido en el tiempo resistiéndose a ser olvidados, mientras que otros han desaparecido de la escena pero nunca del corazón; los hay de todos los estilos, personalidades y gustos, pero el denominador común es que hemos compartido algo de nuestras vidas y eso nos ha unido para siempre, o al menos, por un periodo amplio de tiempo.
En este camino que hemos transitado juntos, yo he experimentado muchos cambios. Además de los lógicos cambios de apariencia, corte de pelo incluido, también ha cambiado mi forma de vivir, de pensar, de sentir, y sobre todo, la manera de relacionarme con Jesús.
Porque cuando conocí a Jesús no me pude resistir, era mejor que cualquier otra cosa que me habían ofrecido o regalado en el mundo. Su amor me cautivó y nunca más pude alejarme de Él. Este sentimiento y este estilo de vida, que han sido conocidos por todos mis amigos, algunos los comparten, otros los respetan y otros los critican, pero entienden que es parte de mi vida, y que el estar conmigo es, inevitablemente, estar con Jesús, porque instante de que dispongo lo aprovecho para hablar de lo que ha hecho en mi vida y de lo que significa para mí.
Hoy viví una experiencia que me emocionó hasta llorar. Resulta que una de mis amigas queridas de la universidad, de esas que fui amiga en cuanto entré a estudiar y que, pese a no coincidir en muchas materias, continuamos en contacto, me invitó a una actividad muy particular. En la universidad había muchas cosas en las que no coincidíamos; a ella le gustaba salir a bailar y otras prácticas que para mí no eran atractivas o divertidas, en eso éramos bien distintas; sin embargo, ella respetaba mis creencias y sobretodo, a mi Dios.
Con curiosidad, acepté la invitación de mi amiga. Cuando llegué al lugar señalado en la invitación, descubrí que estaba yendo a un grupo cristiano a celebrar el cumpleaños del Señor Jesús. Sí, sí, El cumpleaños de Jesús. Pero esto no acaba aquí.
Empezó el show, y era el tiempo de una obra de teatro, cuando en medio del escenario, haciendo el papel de mamá aparece mi amiga. Mi sorpresa fue tal que casi no atiendo a la obra en general, sólo la observo a ella, sus movimientos y sus palabras. Al terminar la obra, empieza a sonar una canción, y allí, en medio del escenario, está nuevamente…baila para Dios, levanta sus brazos y una sonrisa enorme inunda su rostro, es como si una luz la llenara por completo. Las lágrimas caían por mi rostro mientras recordaba a mi antigua Tity, a mi antigua amiga…
Al terminar el show, salí a la recepción con ganas de poder abrazarla, mientras ella salió a saludarnos y a comentar lo recientemente ocurrido en el salón. Se la veía emocionada y satisfecha por el resultado. Ya nos estábamos despidiendo cuando le revelé que había llorado al verla bailar; sus ojos también se llenaron de lágrimas, y al abrazarnos me dijo al oído: “me conquistó”. Sólo esas dos palabras hicieron de este día algo extraordinario. 

La semilla que alguna vez se plantó, hoy recibió su crecimiento, y verla a ella tan llena de luz, inunda mi corazón y aumenta mis ganas de seguir sembrando en la vida de mis otros amigos. Hazlo tú también, tarde o temprano, Dios también los va a conquistar…

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