sábado, 22 de agosto de 2015

Libres o esclavos

1 Corintios 7:23. Ustedes fueron comprados por un precio; no se vuelvan esclavos de nadie.
Pablo, en este capítulo, está hablando del efecto del encuentro con Cristo en las diferentes condiciones sociales, influenciadas por la esclavitud, y le aflora este pensamiento: "Lo que Dios hizo en tu vida fue liberarte, no vivas como esclavo de nadie".
Quizá en nuestro contexto del siglo XXI, sea muy difícil comprender la esclavitud, no porque no exista sino porque está disfrazada de diferentes maneras… pero en el primer siglo la esclavitud era social y totalmente aceptada. Un esclavo no era dueño de tiempo alguno, ni de su vida, ni de su ropa ni de su familia,...¡de nada! Mientras, su amo era el dueño absoluto de él. Pablo reflexiona, que si has sido liberado por Cristo no puedes vivir como esclavo de nadie. No está hablando de la esclavitud como segmentación de castas, no, simplemente dice: “si eres esclavo, no te vuelvas loco por hacerte libre, aunque si puedes lograrlo mejor”. Pablo está hablando de una condición espiritual a la que debemos aspirar.
No permitas que nada te esclavice. No permitas que nada gobierne tu vida habiendo sido comprado por Dios. No puedes dejar que nada se vuelva dueño de tu vida porque ya no te pertenece, ha sido comprada por un precio.
El maravilloso concepto de igualación del cristianismo, es que tanto el libre como el esclavo fueron comprados por la muerte expiatoria de Jesús y por lo tanto, los libres y los esclavos ya no son dueños de sus vidas; ningún hombre es dueño de su vida… tenemos un solo Amo y una sola condición: propiedad de Dios. Esto destruye las segmentaciones humanas, los conceptos de autonomía del hombre. Es tan glorioso este precepto, que nos libera mientras nos sujeta a un compromiso de servicio a Dios.
Si somos propiedad de Dios estamos para su servicio, y nada debería estar por encima de las demandas de Dios. Si Dios dice algo lo debo obedecer. Anteponer, a la voluntad de Dios, cualquier excusa surgida de mi agenda, de mis relaciones interpersonales u otra cosa, es hacerme esclavo de eso de lo que se me liberó.
Pensemos en el joven rico… la demanda de Jesús no necesitaba ser analizada como buena o mala, eso no es importante, el vender o quedarse con la riqueza no es un tema capital. Jesús, como dueño, puede pedir lo que sea, lo fundamental aquí es que el joven no quiere ser libre, renuncia a ser obediente y por ende se vuelve esclavo de aquello que posee.
También pensemos en Pedro, Andrés y los otros. La demanda era sencilla: Sígueme. Y la respuesta lo es más aún: "Y dejándolo todo le siguieron". La demanda de Jesús no es analizada, es obedecida, y en la obediencia se determina la libertad de estos pescadores… ya no son esclavos de nadie.
¿Cuál es mi respuesta a las demandas de Jesús? ¿Quién es el dueño de mi tiempo, de mis recursos, de mi descanso? Alguien podría decir: Estoy haciendo mucho para Dios… ¿Cuánto es mucho? Y si Dios lo demandó, ¿se trata eso de un reproche a Dios? Y si Dios no lo demandó, ¿por qué lo hiciste?, ¿para agradar a un hombre?... Pues entonces perdiste tu condición de libre y te has vuelto esclavo de alguien.
Como vemos, esto nos simplifica la existencia. Hay gente que con fiebre va a trabajar y nunca llega tarde a sus empleos (o servidumbres), pero cuando de servicio a Dios se trata argumenta que “Dios entenderá”. Si, Dios entenderá quién es el verdadero amo y quien se lleva la fidelidad.
Hoy es un día para analizar personalmente, la veracidad de Romanos 14:7-8: Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.
¿Realmente es así? ¿Es tu obediencia absoluta? ¿Quién te ordena la agenda? ¿A quién te desvela agradar? ¿Qué es lo más importante en tu vida? No respondas de memoria… analiza el día de ayer, no, fue el domingo…o fue el lunes… ¿qué lugar ocupó Dios en tu día? Si la respuesta no es satisfactoria, recuerda que fuiste comprado por precio… no te vuelvas esclavo de nadie.
Señor, en esta madrugada yo me humillo ante tu gobierno, no quiero obedecer a otro Señor más que a ti. No quiero mandarme a mí mismo, no soy un buen amo. Hoy vengo a agradecerte la libertad de que me compraras y a rogarte que no la conviertas en una esclavitud de religión, de hombres o de conveniencia. Ya no soy mío, ayúdame a obedecerte para poder vivir en libertad. Te amo, Jesús. Amén.

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