Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1
Mientras presentaba una clase sobre la paternidad, pregunté a los asistentes qué valores les gustaría poner en la maleta de sus hijos para que se llevaran con ellos cuando salieran de casa. Entre otros, mencionaron a Dios. Aunque estaba prohibido hablar de religión, aproveché esa respuesta y hablé sobre el tema. Al finalizar, una muchacha me preguntó si yo era cristiana, pues mi aspecto era diferente al resto de las damas. Quería que alguien le enseñara acerca de la Biblia, y le recomendé otra persona, pues mi trabajo me lo impedía. Ella insistió, y le prometí que la visitaría junto con mi pastor. Ella se intimidó, pero sonrió cuando le dije que él era mi esposo. Quería saber cómo obtener fe para creer en todo lo que dice la Biblia.
¿Será que podemos comprar la fe en el mercado? De la única manera en que podemos encontrarla es pasando tiempo con Dios. En el capítulo 11 del Evangelio de Juan, hay una historia conmovedora: la muerte de Lázaro. Jesús era amigo de la familia de Lázaro, y pudo acudir en su auxilio cuando Marta le dijo que estaba enfermo. Pero Él les dio a todos los presentes y curiosos la oportunidad de creer que podía resucitarlo. Él quiere que creas que está contigo en su tiempo, no en el tuyo, y conforme a su voluntad.
Si no tienes trabajo, si tienes problemas con tu familia, si padeces una enfermedad terminal, cualquiera que sea tu necesidad, clama a Dios con fe, creyendo que tu problema tiene solución. La fe te hace ver que Dios es más grande que tu problema.
La fe no es un sentimiento novelero, tampoco es una aceptación intelectual, sino una convicción que te dará una nueva realidad a tu vida. La fe es más que creer; la fe va más allá del sentimiento. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Pídele a Dios que te mande lluvias de fe para que disfrutes las cosas bellas que tiene para ti.
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