miércoles, 12 de agosto de 2015

Encontró a Dios en la cárcel

Un hombre que tenia lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. -Señor, si quieres, puedes limpiarme, le dijo. Mateo 8:2, NVI.
Abiel Lesson Mchenga comenzó a trabajar como secretario de un juzgado en 1976 en la municipalidad de Zomba (Malaui), en el Sudeste de África. Al poco tiempo, su vida era beber, fumar, y estar con mujeres. No tenía tiempo para Dios. Una auditoría de su oficina en 1980, dejó al descubierto que había malversado una gran cantidad de dinero. Esto llevó a su arresto, y fue sentenciado a catorce años de trabajos forzados.
La vida en la cárcel era insoportable, y además, eran escasas las raciones de comida; las celdas abarrotadas, y el rápido contagio de enfermedades como la sarna, eran habituales. Muchos de los internos eran criminales endurecidos. Para ellos la cárcel era un segundo hogar, y no parecían preocupados por estar allí. Este no era el caso de Abiel. Se sentía completamente fuera de lugar en la cárcel, y se arrepentía de haber malversado el dinero del gobierno. Pero no tenía esperanza. Estaba seguro de que nadie se preocupaba por él.
Después de estar un mes en la cárcel, Abiel recibió algunos libros que eran donados, incluyendo El conflicto de los siglos, y las versiones en "Chichewa" de La Biblia simplificada, El camino a Cristo, y Una luz en la oscuridad. Después de leer estos libros, Abiel se dio cuenta de que era un pecador y necesitaba un Salvador. Cuando descubrió la verdad del sábado, decidió observarlo aún en la cárcel. Conoció a algunos prisioneros que eran miembros de la iglesia Cristiana y comenzó a adorar con ellos. Más tarde fue bautizado por el pastor de una iglesia cercana.
Abiel le pidió a sus nuevos amigos que oraran por él para la reducción de su sentencia, así podría salir de la cárcel y servir al Señor. Ellos se unieron a él en oración, y Dios respondió. Después de un tiempo redujeron su sentencia a ocho años y un poco después a tres. Él estaba increíblemente gozoso por la respuesta de Dios a su oración. Este “leproso” (en ficción) estaba limpio.
Cuando fue liberado de la cárcel en 1985, Abiel se unió al ministerio de las publicaciones de libros, porque Dios había usado ese ministerio para salvar su vida. Hoy es el administrador del centro de Malawi, y ama compartir los libros que cambiaron su vida con todo aquel que acepte leerlos.

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