viernes, 3 de julio de 2015

Recibir sin dar…

Hay muchos tipos de personas, todos diferentes, como habitantes hay en el mundo aunque las diferencias sean muy sutiles, y por esto mismo nos es difícil ponernos de acuerdo e intentar vivir en paz. Dentro de todo este “zoológico” de especies humanas que somos, hay gente con personalidades excéntricas y otras más normales y corrientes, como diríamos de forma coloquial.
Dentro de nuestra especie humana, hay gente capaz de una generosidad que supera los límites de nuestra propia comprensión, seres casi celestiales capaces de darse al otro desinteresadamente. Son casi los “super-héroes” que vemos en reportajes televisivos. Sin embargo, recientemente cambió un poco mi criterio sobre ellos.
A lo largo de nuestra vida, nos tocará afrontar distintos desafíos e ir superando diferentes etapas. No es nada novedoso ni muy inteligente, pues todos lo sabemos casi desde el primer momento de nuestra vida. Lo que no sabemos es que en esas etapas, también estaremos rodeados de personas que aportarán a nuestra vida o nos la harán más difícil, según el propósito que tengan para nosotros.
Es así, como nos encontraremos con personas con quienes pasaremos tiempo, invertiremos recursos cognitivos y emocionales en hacerles compañía, y no recibiremos absolutamente nada a cambio. Es una relación en una sola dirección, sin ningún tipo de realimentación a la inversa. Dejando a un lado estas relaciones, tendremos otras en donde entregaremos y recibiremos algo a cambio; estas son relaciones basadas en el principio de la reciprocidad, y constituyen una bocanada de aire fresco frente al ahogo que nos produce el otro tipo de repertorio conductual, desarrollado por quienes se relacionan con nosotros solo desde el punto de vista de lo que pueden recibir de nuestra parte. Nadie puede sobrevivir en este mundo solo con el primer tipo, pues los seres humanos por condición casi genética, necesitamos de la RECIPROCIDAD. Funcionamos con esta lógica, y si no, no operaríamos con tanta naturalidad con la lógica de causa-efecto como lo hacemos en la cotidianidad.
Además de estos dos modelos relacionados, tenemos un tercero. Es el recibir sin dar. Es muy probable que este sea el modelo de menor porcentaje que tengamos en nuestras vidas. Y es también muy probable que solo nuestros padres sean capaces de entender este tipo de relaciones. Lo que sí es cierto, es que necesitamos de este “regateo”. Necesitamos que alguien nos quiera aunque no hagamos nada por conseguir ese cariño. Necesitamos a alguien que nos acepte y valore incondicionalmente para seguir adelante. NADIE podría vivir sin conocer esto, nadie que se haga llamar humano, podría prescindir de este tipo de relaciones.

Si tú te pusieras a evaluar ahora en tu vida, el porcentaje que tienes de relaciones en donde das sin recibir, das y recibes, y recibes sin dar, seguro que este último sería el de porcentaje más bajo. Si el más alto es el primero, y el segundo solo ocupa un porcentaje pequeño, sugiero que salgas en busca de tu aire fresco para poder sostener aquellas relaciones, en las que no recibes nada a cambio. No nos hagamos los super-héroes, no olvidemos nuestra naturaleza humana. El único que podría sobrevivir dando sin recibir es Dios, y nosotros estamos muy lejos de ser como Él; y como Él ya lo sabe, te da, te regala, bendice, cuida, protege, prospera, alienta, escucha, sustenta, defiende, sana, consuela, aconseja y todo lo que se te pueda ocurrir, sin, muchas veces, recibir NADA a cambio. Porque Su satisfacción es que tú disfrutes lo que Él te da. Esa es su satisfacción más grande. Si quieres hacer sonreír a Dios, recibe lo que te quiere dar, y cultiva relaciones saludables con los demás, entendiendo que, por condición natural, estamos preparados para recibir más que para dar lo que no tenemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario