sábado, 11 de julio de 2015

Perdonar y Liberar

“El perdón es algo curioso; calienta el corazón y enfría la picadura”.
Todos hemos leído un millón de artículos sobre el perdón y escuchado mil charlas sobre el tema. Pero, de todas maneras, es muy difícil de practicar. El perdón no nos es fácil para la mayoría de nosotros.
Cada vez que alguien nos hiere, quedamos con un sentimiento de herida, ira y venganza. Nos es muy difícil pasar por alto la herida que alguien nos ha infligido. Pero el perdón no es olvido, es simplemente tapar la herida. No es algo que hacemos a otros sino a nosotros mismos.
La herida y dolor que alguien nos causa, pueden formar siempre parte de nuestra vida, pero el perdón nos ayuda a soltar su agarre para que podamos seguir adelante.
Y en cuanto a quién perdonar, comencemos por ejemplo. con un amigo que nos ha lastimado mucho, luego el extraño que nos pisó el callo en un autobús, y después a todos aquellos entre esos dos extremos.
Perdonarnos a nosotros mismos es otro caso, también importante. Y perdonemos rápido ya que entre más tiempo tomemos y más lo pensemos, tal vez nunca podríamos estar listos para hacerlo. Así que hagámoslo tan pronto como podamos, porque aunque no cambie el pasado, cambiará definitivamente el futuro.
Hoy en día, algunos sectores del cristianismo han mistificado al perdón, convirtiéndolo en “atadura” para quienes nos han ofendido y a quienes no hemos perdonado. Sin embargo, la razón por la que el Señor nos llama a perdonar es precisamente porque, al no hacerlo, somos nosotros mismos los más perjudicados. Y en esto, inclusive la ciencia confirma el efecto sobre nuestros cuerpos, de la amargura consecuente al no perdonar.
Así que vivamos la vida abundante que Dios nos ofrece, dando el indispensable primer paso: perdonando a quienes nos ofenden.

No hay comentarios:

Publicar un comentario