miércoles, 3 de junio de 2015

Momentos

Hay momentos dulces, hay momentos tiernos, grandes, pequeños, hay momentos inolvidables, memorables, bellos, especiales, felices, tristes, insuperables y hay momentos inexplicables…
Toda nuestra vida se compone de momentos, algunos llegan a ser la expresión absoluta de la felicidad, pero siempre está el lado contrario, la expresión absoluta de la tristeza.
Pasamos de unos momentos a otros, tratando de vivir una vida agradable para Dios. Un día estamos seguros de lo que tenemos y al otro día, en tan solo un momento, todo cambia de la manera más abrupta, sin pedirnos permiso, sin carta de invitación, sin previo aviso; solo cambia, y cambia todo lo que creíamos seguro, en un solo momento.
Hay momentos en los que no entendemos por qué, momentos que son muy difíciles de explicar, momentos en los que la vida da un giro de 180° y quedamos de espaldas a la realidad. Momentos incomprensibles.
Dios tiene definitivamente un propósito, eso es seguro, pero todos en algún momento nos hemos preguntado ¿Por qué está pasando esto? Y hemos dicho “Dios, por favor, ayúdame porque no entiendo nada de lo que está pasando en este momento”; son momentos inciertos, momentos desiertos.
Muchos, por no decir todos, han sentido impotencia en algo, en alguna área por no poder comprender qué es lo que pasa, cuál es el propósito, qué es lo que Dios quiere. Momentos pensantes, momentos creyendo.
Es absolutamente cierto que Dios es el dueño de nuestras vidas, pero no todo lo que nos pasa, en ciertos momentos, es porque Dios tenga algo que ver. Algunos de nuestros momentos son provocados por nosotros mismos, por nuestras actitudes, por nuestra incredulidad, por nuestra desobediencia, o por nuestra falta de fe; por eso siempre hay que preguntarnos si estos momentos son o no culpa nuestra y examinar en cuáles hemos hecho algo para que eso ocurra. Son momentos premeditados, momentos planeados.
Otros momentos salen de la nada, llegan por sorpresa y cambian todos nuestros planes; momentos que no pensamos volverían, que no esperamos en la melancolía, momentos que negábamos, momentos que estaban borrados; pero que cuando menos lo pensamos, aparecen, son momentos insolentes.
Para todos los que están pasando por momentos de tristeza, porque los momentos felices no precisan cura, Dios es fiel, amigo, Señor, Omnipotente, Omnipresente, Omnisciente, todo lo ve, y Él nunca nos ha dejado solos ni lo hará mientras tengamos claro que Él es el Señor de nuestra vida.
Jesús también pasó por momentos de suprema felicidad, y de la más absoluta tristeza; tanto que llego un momento en el que lloró lágrimas de sangre, cosa que nadie ha hecho. Por eso Jesús comprende exactamente nuestras lágrimas y nuestro dolor en esos, aquellos, o estos momentos. Si sientes que ya no puedes más, ve y póstrate ante Jesús, porque seguro que Él sabrá entender perfectamente lo que te pasa en este momento. Son momentos amorosos, momentos únicos.
Indiferentemente de quienes seamos, de donde estemos, en donde leamos..., todos, absolutamente todos, estamos pasando por momentos; pueden ser felices, tristes, amargos, acompañados, solos, grandes, diminutos..., pero son momentos. ¿Cómo estás en este momento? Mientras lloras, siente el abrazo poderoso de Dios que siempre ha estado y estará en todos tus momentos; a pesar de que creas que se ha ido y te ha dejado solo, a pesar de que no veas que esté actuando, Jesús siempre estará en todos estos momentos, en todos y en cada uno de ellos. Momentos callados, momentos silenciados.
Si en este momento sientes que ya no puedes más, ¡detente un momento!, arrodíllate y habla con Jesús, llora a su lado, llora en sus piernas, desahógate, dedica un momento para contarle por qué te sientes así, qué está pasando, qué quieres, qué no entiendes… y comienza a sentir cómo en este momento todo se va dispersando, cómo el sol comienza a salir, las nubes se alejan, la lluvia cesa, los pajaritos cantan; Dios ha pintado un nuevo día para ti, y en este momento abre tus ojos y mira el firmamento, el cielo totalmente despejado, todo se ve con claridad… Jesús te dice: “Hijo mío, al igual que tú, yo también pasé por momentos de angustia, yo también caminé sintiendo que no podía más. Sé exactamente lo que estás pasando, sé exactamente lo que estás viviendo, sé que ya no puedes más… pero ¡mírame a mí! Aquí estoy yo para ti, para comprenderte, para ayudarte, para alentarte a seguir adelante, para sostenerte, para amarte, para decirte que en todos y en cada uno, en los fáciles y en los difíciles, ahora, mucho más ahora, estoy en estos momentos a tu lado. Sé que me necesitas y nunca te dejaré, nunca te abandonaré. Confía en que yo estoy y estaré en todos tus momentos. Te amo”
A pesar de que no entendamos este momento, sigamos caminando, sigamos adelante porque un día veremos a Dios y podremos correr hasta Él y decirle, gritarle… “¡Gracias Dios, por haber estado en todos esos momentos…!”, y lloraremos abrazándolo para siempre.
“Gracias Dios, por esos, aquellos y estos momentos. Aunque no comprendamos lo que pasa ahora, aunque no entendamos muchas cosas, sabemos que Tú estás a nuestro lado. Guíanos, tómanos de tu mano y no nos sueltes nunca, ayúdanos a ver más allá, y a entender cuál es el propósito con todo esto, ya que aunque ahora no lo veamos, creemos. Gracias por todo. Gracias por ser nuestro Dios. Regálanos tu bendición más absoluta ¡en este momento!”
Mientras Dios esté con nosotros en todo momento, seguiremos adelante.

“…En cuanto a mí, te cantaré por la mañana; anunciaré a voz en cuello tu amor y tu poder. Pues tú has sido mi protección, mi refugio en momentos de angustia” 

Salmo 59:16
Hay momentos inexplicables, hay momentos insuperables, hay momentos inalterables, tristes, inquebrantables, felices, hay momentos especiales,... y hay momentos dulces como ahora.

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