domingo, 21 de junio de 2015

Humo en la Espalda

Norman Vincent Peale contó una historia de su niñez, que ilustra la forma en que la desobediencia obstaculiza nuestras oraciones. Cuando era niño, una vez se apoderó de un puro. Se dirigió a un pasillo trasero donde imaginó que nadie lo vería y lo encendió.
Al fumarlo, descubrió que no tenía buen sabor, pero sí le hacía sentirse adulto. Cuando exhaló el humo, notó que un hombre venía por el pasillo en dirección a él. A medida que el hombre se acercaba, Norman se fue percatando horrorizado, de que era su padre. Era muy tarde para tratar de tirar el puro, por lo que lo escondió detrás de él y trató de actuar de la manera más natural posible.
Se saludaron, y para consternación del muchacho, su padre comenzó a conversar con él. Desesperado estaba por distraer la atención de éste, cuando divisó un cartel cercano que anunciaba un circo.
-¿Puedo ir al circo, papá?, le rogó. ¿Puedo ir cuando venga al pueblo? ¿Por favor, papá?
-Hijo, respondió su padre en voz baja pero firme, nunca hagas una petición mientras, al mismo tiempo, tratas de ocultar el humo espeso de la desobediencia a tus espaldas.
Peale nunca olvidó la respuesta de su padre. Le enseñó una valiosa lección acerca de Dios. Él no puede pasar por alto nuestra desobediencia aunque tratemos de distraerlo. Solo nuestra obediencia restaura nuestra relación con Él y añade poder a nuestras oraciones.
Si queremos que nuestra oración sea oída por Dios, recordemos que un paso esencial es ser obedientes. La obediencia de un hijo de Dios enternece su corazón, la desobediencia en algún momento será confrontada por Él.
Jeremías 42:6
Sea bueno, sea malo, a la voz de nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de nuestro Dios nos vaya bien.

Daniel 9:11.
Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra él pecamos.

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