lunes, 22 de junio de 2015

Un Regalo de Dios

Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él. Colosenses 2:6
La vida de fe está representada por una acepción, el acto de aceptar la gracia de Dios, que implica todo lo contrario a ser acreedores de un mérito. Se trata simplemente, de la aceptación de un regalo. Como la tierra recibe el agua bajo la lluvia, como el mar recibe las corrientes, o como la noche recibe la luz de las estrellas, por lo que, sin dar nada, nos hacemos partícipes libremente, de la gracia de Dios. 
No somos santos por naturaleza, como tampoco los pozos por donde pasan las corrientes son por naturaleza; estos no son más que cisternas en las que fluye el agua viva, y nosotros somos como recipientes vacíos en los que Dios derrama su salvación. La idea de recibir implica el sentimiento de sentirse realizado por la realidad de la materia; no se puede recibir una sombra, recibimos lo que es importante en la vida de fe, Cristo, que se hace real para nosotros. 
Mientras estamos sin fe, Jesús es un solo un nombre para nosotros, una persona que vivió hace mucho tiempo; hace mucho tiempo que su vida es solo una historia, pero para nosotros, ahora, por un acto de fe, Jesús se convierte en una persona real en nuestro corazón. Pero recibir también significa agarrar o tomar posesión de... Lo que recibo se convierte en mio. Cuando recibo a Jesús, se convierte en mi Salvador, así que ni la vida ni la muerte podrán apartarme de Él. Todo se trata de recibir a Cristo tomándolo como un don gratuito de Dios, dejándolo entrar en nuestro corazón y apropiándonos de su vida como si fuera nuestra.
La salvación puede ser descrita como cuando los ciegos reciben la visión, o como cuando los sordos reciben la audición, o los muertos reciben la vida, pero no solo hemos recibido estas bendiciones, hemos recibido al mismo Cristo Jesús, el Señor y Creador de los cielos y la tierra. Él nos dio vida de entre los muertos, nos dio el perdón de los pecados, y algo muy importante, justicia imputada, sin la cual nada de lo anterior hubiera sido posible. Dios nos regaló todas estas cosas preciosas, pero por si aún no estamos contentos con ellas, Él nos ha dado a su Hijo para que sea derramado en nosotros, y nosotros lo recibamos y nos apropiemos de de Él. 
¡Qué grande que debe ser Jesús que ni el mismo cielo puede detenerlo!

Colosenses 2:6 : "...Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él".
 

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