domingo, 21 de junio de 2015

A.E.N.A. y los controladores

Decir "Controladores Aéreos", con todo el respeto hacia las personas que componen este colectivo, y a todas las bondades de su trabajo, es como decir problemas; problemas que hubo en diciembre de 2011 en España. 
Seguramente no será fácil olvidar todo el revuelo que se formó en el puente de la Constitución de aquel año. Los periódicos tenían como titulares de portada, la noticia de que Aena y los controladores debían acudir a un árbitro de arbitraje para que les solucionase el asunto, el conflicto; concretamente, el periódico El Día titulaba así: “Aena y controladores agotan el plazo sin lograr un acuerdo”.Más allá de las diferencias que pudieran tener, el hecho en sí de que hubieran agotado un plazo sin lograr un acuerdo puede hacernos reflexionar.
Es curioso que dos personas, o varias, puedan estar horas y horas hablando y no decir nada. Hace unos años circulaba en internet un documento que se titulaba: "cómo estar una hora hablando sin decir nada". Podemos hablar y hablar y, sin embargo, no llegar a decir nada. Solemos decir que hablamos por no estar callados. En este caso debemos pararnos un momento y pensar que las palabras no son algo que se lleve el viento, sino que deben ser comunicadoras. Las palabras tienen más poder del que imaginamos; no es difícil para ninguno de nosotros, recordar que más de una palabra nos ha alegrado la vida en algún momento, o nos ha dado un baño de agua fría con alguna situación inesperada. 

Algunas palabras se guardan en nuestro recuerdo como una imborrable fotografía en colores de algo hermoso, y otras nos quedan en el álbum de la vida como una fotografía en blanco y negro por el daño que se nos hizo. Por eso hemos de ser cuidadosos con lo que hablamos.
Por otra parte, seguro que nos gusta que los demás nos escuchen, que los demás soporten nuestro discurso, pero nos resulta difícil, por no decir imposible, detenernos un momento y escuchar a los demás. Es curioso, porque en la noticia que nos sirve como encabezado, hubo gente entendida, personas que sabían de lo que hablaban pero no llegaron a acuerdo alguno. Ambos tenían sus razones, pero es difícil admitir la equivocación; mas de hecho, no es ninguna debilidad reconocer que hemos errado en alguna palabra que dijimos; eso no es ninguna deshonra, más bien al contrario, honra y ennoblece a la persona que reconoce sus errores. 
El salmista David pedía a Dios que le mostrara cuáles eran los errores que había en su vida para corregirlos. ¿Qué pedimos a Dios?

Como no hubo acuerdo, tanto Aena como los controladores acudieron a la justicia ordinaria. Pero la mejor justicia viene de Él, el mejor juez para nuestras vidas es Dios. Cuando recibimos una palabra que nos ofende, cuando creemos que nuestros derechos han sido vulnerados, es cuestión de dejar el asunto en manos de Dios porque Él sí que es un juez justo. Y una de las cosas que Dios pide de cada persona es que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cuando vivimos esta realidad nuestras palabras son edificantes, y seguro que no dañarán a nadie.

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