domingo, 28 de junio de 2015

El niño de Belén era el Dios todopoderoso

Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Lucas 2:7
Ante un recién nacido siempre sentimos una mezcla de emoción y admiración. Así sucedió con los pastores cuando Jesús nació. Habían sido advertidos por un ángel, que el niño que iban a encontrar, acostado en un pesebre en Belén, la ciudad de David, era el Salvador, el Cristo, el Señor. Y al verlo se maravillaron y glorificaron a Dios.

Inline image 1Sentimos la misma admiración al leer este pasaje. Estamos ante una belleza sublime pero no comprendemos suficientemente, el misterio de este nacimiento. El misterio es que Dios tenía que hacerse hombre, como estaba profetizado; o sea, pasar por el proceso que vive todo hombre desde el nacimiento hasta la edad adulta. El misterio de Belén, el niño Jesús, es la manifestación de un hecho único que sobrepasa todo conocimiento humano: la encarnación de Dios, es decir, Dios hecho hombre. Jesús es el Hijo de Dios. Es la base de la fe en Jesús, el Salvador del mundo. Jesús es plenamente hombre y plenamente Dios.

El hecho de que Jesús se rebajara de tal modo que se lo conozca como "el niño de Belén", o "el hombre crucificado del Gólgota", no es óbice para que sea el Todopoderoso. Al contrario, Jesús, el Hijo de Dios, es la verdadera revelación del poder y del amor divinos.

¡Qué bella prueba de amor por parte de Dios, que vino a vivir entre los hombres bajo la forma tan frágil de un recién nacido! La encarnación de Dios es la demostración del amor divino hacia el hombre, y para nosotros es un motivo de adoración: Jesús, el “Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros(Juan 1:14).

No hay comentarios:

Publicar un comentario