El ambiente era proclive a pronosticar la desdicha, el panorama no era alentador, y no se veían esperanzas de que algo pudiera cambiar. Ella ni siquiera tenía la certeza de que cuando se casara, si encontraba a ese hombre que la complementara, podría tener hijos. Lloraba y daba gritos porque no lograba entender las razones y el por qué de muchas cosas que estaba viviendo en aquel tiempo.
Pero después de la noche viene, con el día, la alegría del Señor. Después de la tormenta viene la calma. Después de unos tres años aproximadamente, en un cambio de ambiente y de mudanza por su trabajo, conoció a un hombre que la cautivó. Les puedo relatar que hoy llevan dos años de casados y unos meses. Dentro de un mes mi gran amiga dará a luz un hijo varón, y todos estamos esperando su llegada ansiosamente.
Parece que aquellas noches, muchas, de tristeza e insomnio, valieron la pena por los buenos resultados que está teniendo ahora. Estoy segura de que eso es un premio a su fidelidad. Los hijos de Dios no serán avergonzados; aunque muchas veces parezca larga la espera, Dios actuará en el momento más inesperado y de manera sorprendente.
Cada vez que comparto con mi amiga y veo el brillo de sus ojos, siento una inmensa alegría, porque soy testigo y he presenciado muchas cosas maravillosas que Dios ha hecho en su vida.
Personalmente, puedo decirles que yo también espero ver el cumplimiento del Señor en muchas áreas de mi vida. Y porque soy humana y lo he experimentado, sé lo difícil que puede ser el proceso mientras esperamos. No dañes los planes de Dios metiendo tus manos en los asuntos en los que Él solo puede intervenir. Deja que Él obre, porque nunca se equivoca y lo hace todo hermoso en su tiempo.
Nuestro tiempo y reloj no funcionan al mismo compás que el de Dios. Pero nuestras vidas están en sus manos y Él conoce los deseos de nuestros corazones.
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