jueves, 7 de mayo de 2015

Tenemos Tanto, Pero....¿Somos Felices?

La vida para muchos de nosotros es muy complicada. Todos tenemos nuestra propia perspectiva de la vida.  La vida comienza con amor, demanda amor y siempre busca amor; muy hermoso, muy sencillo, aunque muy difícil de comprender para nosotros.
Arrastrándose dentro del límite de aquellas cuatro paredes, rodeado de papá, mamá y otros miembros de la familia, cuán felices éramos. Cuán entusiasmados solíamos estar viendo las películas cómicas de TV, recibiendo juguetes, comiendo chocolate, etc.
Con una extrapolación de la vida y ahora con más amigos a nuestros alrededor, ¡se supone que deberíamos ser aún más felices!  Pero, ¿realmente lo somos?
Antes de que desarrollásemos nuevos sistemas de educación, buenos medios de transporte y comunicación, etc., éramos felices. Pero ahora, con todos estos avances, ¿por qué no podemos serlo?
Tenemos la habilidad y la tecnología para alcanzar el espacio exterior… y sin embargo no sabemos desarrollar una tecnología para llevar una sonrisa al rostro de alguien. Las necesidades y supuestos quehaceres (¿?) nos impulsan hacia todo tipo de descubrimientos y algunos de ellos nos conducen al lujo. Estos son los mismos quehaceres que, por un lado, se convierten en deseos… deseos que si son ilimitados, en ellos nos ahogamos.
Nos estamos ahogando deseando más amor, más lujo, más comodidad y más éxito.
Hemos acumulado enormes conocimientos aunque fallamos en comprender la sencilla verdad de la vida: la vida es una travesía y tenemos que aceptar todo lo que nos sale al encuentro. La única manera de sonreír es aceptar lo que somos y lo que tenemos… nunca correr y lamentarnos por lo que no tenemos.
Animados por la cultura que nos rodea, nos hemos lanzado en la búsqueda de un sueño colectivo que jamás lograremos alcanzar porque es eso, colectivo e ilusorio. Pero la vida nos brinda, en medio de su evidente complejidad, la oportunidad de ser felices si la sabemos vivir con sencillez, con una actitud agradecida al Señor por quienes somos (en vez de quejarnos por quienes no somos o por quienes nos hubiera gustado ser) y por lo que tenemos (en vez de lamentarnos por lo que no tenemos o hubiésemos querido tener). No hay reemplazo para una vida de auténtico contentamiento delante de Dios. Atrevámonos a abrazar ese estilo de vida… que no sólo nos bendecirá a nosotros sino también a todos los que nos rodean. 

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