“Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. 2 Corintios 3:16-18 (RV1960).
Después de haber recibido tan preciado regalo, al Hijo de Dios como Espíritu en nuestro espíritu; y sabiendo que ya hemos sido reconciliados con Dios nuestro Padre, por medio de Él, que hemos sido libres de su justa ira y de la condenación eterna de estar separados de su presencia, no podemos buscar otro propósito diferente al querer vivir como su Hijo vivió, diferente al querer ser como es Él y permanecer atados a su presencia sin importar los tiempos, las circunstancias, las labores cotidianas, lo que estemos viviendo o lo que tengamos que hacer.
Nuestro mayor anhelo después de sabernos salvos por fe y por gracia en Cristo Jesús, debe ser respirar su presencia a cada segundo, a cada instante de nuestra vida, habitar en su divinidad y ser llenos de la plenitud de su gloria. Para ello, necesariamente tenemos que pasar por un proceso de transformación, el cual puede doler, pero si realmente hemos muerto a nuestro yo, a nosotros mismos, no importará por lo que tengamos que pasar; lo que importa es que nuestro carácter sea forjado por el poder del Espíritu, para que día a día seamos perfeccionados y moldeados conforme a la imagen de nuestro Salvador, aquel que murió por nosotros en la cruz y resucitó al tercer día, en quien tenemos muerte y vida; muerte a nuestro viejo hombre y a nuestra antigua manera de vivir, y vida en Él, según su santidad, su justicia, su verdad y su perfecto amor… Jesucristo, en Él tenemos vida y propósito celestial.
“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en Él. El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo”. 1 Juan 2:3-6 (RV1960).
No hay comentarios:
Publicar un comentario