“Pelearán contra ti, pero no te podrán vencer, porque yo estoy contigo para librarte, afirma el Señor.” Jeremías 1:19
Jeremías no lo tenia fácil. Era un hombre joven en una sociedad que ponderaba las canas y respetaba la experiencia. Y Dios lo enviaba a dar un mensaje temerario y espantoso: El exilio por la desobediencia descarada. Nunca es fácil decir las malas noticias. Pero ser el portavoz del terrible castigo divino a generaciones de desobedientes, era una tarea demasiado pesada para un joven.
Jeremías tenía miedo. Pensaba que no estaría a la altura de las circunstancias y que las posibles consecuencias eran demasiado grandes para que pudiera superarlas. Y analizando lo que tenía por delante, se desanimó. Eran demasiados problemas para tan pocos recursos, y estaba solo. Parecía que el pedido de Dios era enorme y que le otorgaba además, una responsabilidad que no podía cumplir.
Conocía la ciudad donde tenía que predicar. Eran sus vecinos, la gente con la que se había criado y crecido. Los conocía tanto como ellos a él, y eso jugaba en su contra. Sabía que se iban a enojar cuando conocieran que Dios los estaba juzgando por sus actos. Y a ellos no les gustaba que los señalaran. Cada uno tenía su excusa o su justificación para actuar como lo estaban haciendo y se creían buenos. La censura que Dios le mandaba a Jeremías a hacer a sus conciudadanos, significaba ponerles el dedo en la llaga. Y eso dolía.
Y ante el miedo de Jeremías, Dios le hace una promesa enorme. Puede ser que sea difícil, que tenga contras la tarea, que peleen contra ti, que te insulten o te golpeen, pero no podrán vencerte. Dios iba a estar con Jeremías y Dios es infinitamente más grande.
Dios no ha cambiado. ¡Gracias a Dios sigue siendo igual! Y su promesa sigue estando vigente. ¿Qué es lo que hoy te atemoriza? ¿Qué cosas te inquietan o te desvelan? Puede que hoy no tengas enemigos que quieran golpearte o te amenacen, pero existen otros problemas que a veces duelen más que las agresiones físicas aunque sean invisibles.Y ante el miedo de Jeremías, Dios le hace una promesa enorme. Puede ser que sea difícil, que tenga contras la tarea, que peleen contra ti, que te insulten o te golpeen, pero no podrán vencerte. Dios iba a estar con Jeremías y Dios es infinitamente más grande.
Pero Dios vuelve a decirte, como le dijo a Jeremías hace tantos años: "vas a tener que pelear, la lucha será dura, pero no te van a vencer. No importa cuál sea tu enemigo, cuál sea tu temor o cuál sea tu angustia. Nada podrá vencerte porque Yo (dice Dios) estoy contigo para librarte".
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