Entristecido por este pensamiento, olvidó regar la rosa y, justo antes de que pudiera florecer, murió.
Con frecuencia pasa con mucha gente. Dentro de cada alma hay una rosa. Las cualidades que reflejan a Dios, colocadas en nosotros al nacer, crecen en medio de las espinas de nuestras faltas. Muchos de nosotros, nos miramos a nosotros mismos y vemos tan sólo las espinas, los defectos.
Y nos desesperamos, pensando que nada bueno puede salir de nosotros. Descuidamos regar lo bueno en nosotros y eventualmente, se muere. Nunca alcanzamos nuestro verdadero potencial.
Y nos desesperamos, pensando que nada bueno puede salir de nosotros. Descuidamos regar lo bueno en nosotros y eventualmente, se muere. Nunca alcanzamos nuestro verdadero potencial.
Algunas personas no ven la rosa dentro de sí mismas, y alguien más tiene que mostrárselas. Uno de los grandes dones que una persona puede poseer, es la habilidad de hacer llegar más allá de sus espinas a otros y que hallen la rosa dentro de ellos.
Esta es una de las características del amor… mirar a una persona, conocer sus verdaderas faltas y aceptar a esa persona en nuestra vida… siempre reconociendo la nobleza en su alma. Ayudemos a otros a darse cuenta de que pueden superar sus faltas. Si les mostramos la “rosa” dentro de sí, ellos conquistarán sus espinas. Sólo así florecerán muchas veces.
Esta es una de las características del amor… mirar a una persona, conocer sus verdaderas faltas y aceptar a esa persona en nuestra vida… siempre reconociendo la nobleza en su alma. Ayudemos a otros a darse cuenta de que pueden superar sus faltas. Si les mostramos la “rosa” dentro de sí, ellos conquistarán sus espinas. Sólo así florecerán muchas veces.
Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos: si el de profecía, úsese en proporción a la fe; Romanos 12:6
El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. I Corintios 13:8
El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. I Corintios 13:8
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