viernes, 1 de mayo de 2015

Ester, libre

sobre brasasEn Sudáfrica se celebra cada año en el mes de junio, un gran festival religioso a orillas del río cercano a Durban. Durante muchos años, una hechicera llamada Ester Panjalai fue una de las principales atracciones; era presentada “como la única mujer en toda Sudáfrica, capaz de caminar descalza sobre las brasas”. Desde los trece años se involucró y ejerció en la adivinación y la hechicería, hasta llegar a involucrarse también, en las supersticiones hindúes. Descubrió que entregarse a Satanás le inducía a realizar cosas increíbles, como caminar sobre brasas encendidas sin lesiones, en fin, ese era su estilo de vida. Ester se casó y tuvo dos hijos, estando cada vez más comprometida con lo que hacía. Sus actos eran cada vez más peligrosos, llegando incluso a calzarse y caminar con unos zapatos llenos de clavos, con la punta hacia arriba.
Cierto día, uno de sus hijos pasó frente a un local donde se predicaba a Cristo, y le llamaron la atención las palabras de un himno. Tenía catorce años, cuando oyó “¿qué me puede dar perdón?, solo de Jesús la sangre”. El muchacho siguió asistiendo al local, y pronto trajo a toda su familia, a sus padres, y a sus hermanos. Todos abrieron el corazón al Señor, y fueron liberados, perdiendo el diablo toda autoridad sobre ellos. 
Ester continuó influyendo sobre la gente, pero ahora con otro mensaje donde el centro era el Señor Jesucristo. En varias ocasiones fue amenazada de muerte, pero no cesó en dar testimonio del Evangelio de salvación.

Ester, libre
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. Gálatas 5:1
Y andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos. Salmos 119:45.
La libertad que otorga Jesús es completa, es total, absoluta. Opera de tal forma, que al oír la Palabra de Dios, el oyente, necesitado de que se rompan las cadenas que lo esclavizan, ve por sí mismo el milagro del nuevo nacimiento. Le sucedió a Ester en sus actividades de antaño, y es porque el Evangelio lo cambia todo, revoluciona la vida del hombre y de la mujer a tal punto, que no quedan vestigios de la vida pasada; aflora otra actitud, otra vida, otro idioma, otra alegría, y también otra fiesta, y otro pensamiento. Aparece el positivismo en razón a las promesas de la Escritura, ya no hay temor, no hay miedo, ni desconfianza; se muestra el amor, la paz, y la bondad, todo es fe, es creer en Aquel que viene, es esperarlo con la atención puesta en las señales, es decir, “sí, ven, Señor Jesús”.

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