sábado, 2 de mayo de 2015

El manzano

Un niño pequeño apreciaba mucho el enorme árbol de manzanas que tenía en su jardín, y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope del mismo y este le daba sombra. Él amaba al árbol y el árbol amaba al niño. Pasó el tiempo y el pequeño niño creció, y de mayor ya nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.
Un día, el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo, entristecido: -“¿Vienes a jugar conmigo?” Pero el muchacho contestó: 
-“Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos”.
-“Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero… Te sugiero que cojas todas mis manzanas y las vendas. De esta manera obtendrás el dinero para tus juguetes”. El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero, y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero, y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó; el árbol se puso feliz y le preguntó: 
-“¿Vienes a jugar conmigo?” 
-“No tengo tiempo para jugar. Debo trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?”… 
-”Lo siento, pero no tengo una casa, pero…tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa”. El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez, y el árbol volvió a estar triste y solitario.
Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado. ¿Vienes a jugar conmigo? le preguntó el árbol. El hombre contestó “Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?”. El árbol contestó: “Usa mi tronco para que puedas construir uno, y así puedas navegar y ser feliz”. El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Después se fue a navegar por un largo tiempo.
Finalmente, regresó después de muchos años, y el árbol le dijo: “Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte, ni siquiera manzanas”. El hombre replicó “No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar…ahora ya estoy viejo”. Entonces el árbol, con lágrimas en sus ojos, le dijo, “Realmente no puedo darte nada…. la única cosa que me queda son mis raíces muertas”. Y el hombre contestó: “Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy muy cansado después de tantos años”. “Bueno, las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa”.
El hombre se sentó junto al árbol, y éste feliz y contento, sonrió con lágrimas.
Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son nuestros padres. Cuando somos niños los amamos y jugamos con papá y mamá. Pero cuando crecemos los dejamos, …..sólo regresamos a ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas. Pero no importa lo que sea, que ellos siempre están ahí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices.
Tú puedes pensar que el muchacho era cruel contra el árbol, pero es así como nosotros tratamos a nuestros padres. Valoremos a nuestros padres mientras los tengamos a nuestro lado, y si ya no están, que la llama de su amor viva por siempre en nuestro corazón, y su recuerdo nos dé fuerza cuando estemos cansados.
Cada uno temerá a su madre y a su padre, y mis días de reposo guardaréis. Yo Jehová vuestro Dios. Levítico 19:3

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