A una madre solo se le puede tocar sus manos con respeto y veneración, porque nos cambiaron los pañales, nos dieron de comer, fueron el pañuelo de nuestras lágrimas.
A una madre solo se le puede mirar con la vista en el cielo, pues por sus ojos nosotros hoy podemos ver la vida.
A una madre solo se le pueden dar besos tiernos, suaves, dulces, lentos, para mostrarle y demostrarle que por el cariño recibido de ella, hoy podemos amar a nuestros familiares.
A una madre se le debe tener siempre una cama lista en nuestra casa, para que pueda descansar después de tanto trabajo en su vida para que llegásemos a ser lo que somos.
Para una madre se debe guardar silencio cuando duerme ya que ella pasó muchas noches en vela, cuando nosotros éramos niños.
A una madre siempre hay que tenerle un plato de comida listo y a su gusto, ya que ella muchas veces dijo que no a lo que le gustaba para que nosotros lo comiésemos.
A una madre hay que estar siempre dispuestos a ayudarle a subir una escalera, cruzar una calle o llevarla donde quiera o precise, ya que ella caminó a nuestro ritmo para que hoy podamos caminar solos.
A una madre hay que perdonarle si algo hizo que nos incomodó pues nadie es perfecto y perdonar es un don del cielo.
A una madre hay que expresarle con nuestras palabras, cuánto le queremos, cuánto le amamos porque, al fin y al cabo, ese es el mejor regalo que le podemos hacer.
A una madre hay que dedicarle palabras cada día, preocuparnos por ella, pues la vida es tan breve que el día menos pensado nos quedamos sin ella.
A una madre que está viva le debemos cariño, a una madre que ya voló a la eternidad le debemos gratitud; pero sobre todo, a Dios hemos de agradecerle que tuvo la imaginación de crear a las madres.
Dando gracias a Dios por el amor de mi madre....
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