miércoles, 8 de abril de 2015

Todo aquel…

Un hombre que se creía importante e influyente vio a un joven que leía con gran interés el Nuevo Testamento. Le molestaba ver el vivo interés que el joven mostraba en la lectura, porque envidiaba la alegría reflejada en su rostro. Al pasar junto a él, con una risa burlona, dijo lo siguiente:
—¿Por qué lees ese libro? Eso no es para ti.
—Perdone Ud. que lo contradiga, pero yo creo que  es para  mí.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque tiene un mensaje que es directamente para mí.
—¿Para ti? ¿Dónde encuentras eso? A ver, muéstramelo.
—Aquí está. Le voy a leer lo que dice el versículo 16 del tercer capítulo del evangelio según San Juan: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Con mucho trabajo había deletreado estas palabras, pero una expresión de gozo había iluminado su semblante al leer las palabras “todo aquel.”
—Este es un mensaje para mí. Dice todo aquel, y eso es como si dijera Juan Pérez. Me llamo Juan Pérez, pero si estuviera escrito aquí mi nombre, estaría igual de satisfecho que lo estoy ahora al saber que este mensaje es para mí. Posiblemente diría: Tal vez hay otra persona que se llama Juan Pérez. Pero cuando leo todo aquel, estoy seguro de que me incluye a mí.
Todo aquel es una expresión bíblica que está escrita en muchos pasajes importantes. Es portadora de una invitación general y particular al mismo tiempo; abarca a todos y se dirige a cada uno. Parece que pone la mano sobre cada ser humano y le dice: Esto es para ti.
En Juan 3:16 leemos que Dios amó al mundo. Por la palabra mundo entendemos a todos los hombres. Podemos estar seguros que Dios no amó a los de una nación, de una raza o de un continente, sino que amó a todos. Pero para que no quede duda alguna de lo que abarca el amor de Dios, más adelante dice: “Para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Es un mensaje individual para cada ser humano. Creer es algo que se experimenta personalmente.
Algunos temen que no están en la lista de los escogidos. Otros temen que han pecado tanto que para ellos el día de la gracia ha acabado. Pero las palabras "todo aquel" son fundamento bastante amplio para la fe de todos y cualquier pecador. El más analfabeto y el más degenerado, así como el más sabio y el más culto, halla en estas palabras una invitación personal.
¡Qué gozo llena el corazón al saber que la invitación del evangelio es para todos nosotros! Cuando esta verdad disipa nuestras dudas e incertidumbre, cuando quedamos convencidos que la oferta de la gracia es para nosotros, podemos acudir al Señor que dice: “Al que a mí viene, no lo echo fuera” (Juan 6:37).
En 2 Pedro 3:9, leemos que Dios no quiere que ninguno perezca. En 1 Timoteo 2:6, vemos que Cristo dio su vida en rescate por todos. En Hebreos 2:9, leemos que el Señor gustó la muerte por todos. En 1 Juan 2:2, leemos que Él es la propiciación por nuestros pecados: y no solamente por los nuestros, sino también por los de TODO EL MUNDO.
Si usted piensa que el evangelio no es para usted, considere una vez más las palabras de Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
¿Habrá palabras más sinceras, más cariñosas, más seguras, y más importantes que estas? No las hay. Y lo mejor de todo es que estas palabras contienen un mensaje personal que Dios le dirige a usted.

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