Un día cualquiera, como tantos otros, varios oficiales de policía estaban instalando en la calle algunas señales de tráfico, entre ellas, unos carteles que advertían de no exceder el límite de velocidad.
De pronto, otro oficial se acercó en su patrulla; se bajó y procedió a pegar en el parabrisas del coche-patrulla de sus compañeros, una papeleta de multa por estacionamiento indebido. ¿Qué estaba pasando? …pues que ese día los gendarmes, en su afán por descubrir infracciones de tráfico, no se percataron de que ellos también habían cometido una infracción al estacionar su propio coche-patrulla, en el lado equivocado de la carretera. Y como era obvio, se resistieron a ser amonestados.
Al igual que en esta peculiar anécdota, así ocurre en nuestra vida espiritual, pues resulta más fácil detectar, señalar, y juzgar las faltas de los demás, que reconocer las nuestras. Algunos somos expertos en criticar, murmurar y juzgar al resto, mientras sutilmente intentamos cubrir nuestros propios defectos. Más o menos como la actitud de muchos líderes políticos, quienes en sus campañas proselitistas en busca del favor del electorado, se dedican más a hablar de los fallos, limitaciones y defectos personales de sus oponentes, que de promocionar sus propias virtudes. No dicen: “Voten por mí , porque soy…” , sino: “NO voten por él, porque es… ”De pronto, otro oficial se acercó en su patrulla; se bajó y procedió a pegar en el parabrisas del coche-patrulla de sus compañeros, una papeleta de multa por estacionamiento indebido. ¿Qué estaba pasando? …pues que ese día los gendarmes, en su afán por descubrir infracciones de tráfico, no se percataron de que ellos también habían cometido una infracción al estacionar su propio coche-patrulla, en el lado equivocado de la carretera. Y como era obvio, se resistieron a ser amonestados.
Este tipo de actitudes son comparables con la de aquel fariseo jactancioso, quien en el templo y puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este publicano; ayuno dos veces a la semana, y doy diezmos de todo lo que gano….(Parábola del fariseo y publicano : Lucas 18: 9-14)
Hablando en sentido figurado: dejemos de estar preocupados/as solamente en dictar normas, reglas, pautas o instalar “señales de tráfico” para los demás, no sea cosa que por hacerlo, estemos obviando las multas propias por estacionamiento indebido, que Dios nos dejará en nuestro propio parabrisas.
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