Muchas son las cosas que recibimos del Señor y los privilegios que obtenemos cuando servimos y honramos su nombre, pero es triste ver cómo algunas personas tienen un cambio repentino en su actitud a causa de estas bendiciones. Está bien que cuando tienes una responsabilidad cambies ciertas cosas en tu desempeño o cargo, pero eso no quiere decir que tú cambies quien has sido siempre, a causa de estas cosas; más exactamente, creer que eres superior o más importante que los demás por lo que Dios te ha encomendado hacer.
“Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos.” Marcos 10:43-44 RVR1960
Dios no nos llamó a competir para determinar quién es mejor servidor que otro o quien cree ser mejor que los demás, Él lo que quiere es que le sirvamos con un corazón humilde, no creyéndonos más que nuestros hermanos o los demás, simplemente porque somos parte de un ministerio importante en la iglesia. Pidámosle a nuestro Padre que examine nuestro corazón y saque de nosotros ese orgullo vano, que cambie nuestra altivez en humildad y que entendamos de una vez, que la misma sangre que pagó Cristo por nosotros la pagó por todos los demás, sin tener en cuenta la trascendencia del cargo en la iglesia, en la sociedad, etc.
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” Filipenses 2:3 RVR1960
Tengamos siempre los pies en la tierra y no pretendamos creernos algo que no somos. Recordemos el ejemplo de Cristo que, aún siendo Dios, se hizo hombre para sacrificarse por nosotros y enseñarnos que la humildad nos hace más grandes ante los ojos de Dios.
“Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos.” Salmos 138:6 RVR1960
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