“Entonces todos lo abandonaron y huyeron.” Marcos 14:50 (NVI)
La soledad es mala. Nadie la quiere pero todos alguna vez la padecemos. Es una compañía que no deseamos pero no podemos evitarla. Mas entre todas las soledades del mundo, hubo alguien que la sufrió más que nadie. Jesucristo fue un especialista en soledad. Y Marcos, al escribir lo que Pedro le dictaba de los eventos del Getsemaní, resumió en seis palabras el terrible impacto de esta realidad.
Unas horas antes el Maestro lo había anticipado, y en la seguridad del aposento alto, todos rechazaron la posibilidad de la huida. Ningún discípulo tuvo en cuenta que podrían fallarle a su Maestro. Todos le prometieron fidelidad a toda costa. Sin embargo, un par de horas después, en la penumbra del peligroso monte y frente a la turba con espadas, palos y antorchas, los once hombres salieron corriendo.
Ninguno miró para atrás ni se quedó a ver qué pasaba. Corrieron para salvar sus vidas y para esconderse. Y aunque muchos critican la actitud de los discípulos, si hubiéramos estado en ese lugar, seguramente hubiéramos hecho lo mismo. La lógica indicaba que la mejor opción era escapar. No podían hacer frente a los soldados que venían para apresar a Cristo. No tenían ninguna oportunidad para defenderlo. Era mejor huir,... y lo hicieron.
Lo triste es que esto que censuramos de los once discípulos, es lo que repetimos dos mil años más tarde en nuestra vida cotidiana. No hay monte de los olivos, no hay turba con espadas, y tampoco hay Maestro entregándose mansamente. Pero elegimos abandonar a Cristo y salir corriendo detrás de nuestros deseos, urgencias, caprichos y anhelos.
Pero como estamos menos expuestos nadie se da cuenta. Excepto Dios. Él nuevamente se queda parado en el huerto del Cielo viendo, con tristeza, cómo salimos corriendo dándole la espalda.
¿Qué cosas te hacen hoy abandonar a Cristo? Pueden ser cosas lógicas y necesarias como el estudio, la familia, el trabajo, el cansancio, la tristeza o el deporte. También pueden ser cosas definitivamente malas como el pecado. Pero la realidad es que si analizas tu conducta de las últimas dos semanas, seguramente en varias oportunidades hiciste lo mismo que los discípulos.
Pero Jesucristo espera otra actitud. Una actitud más espiritual y agresiva, también más segura y confiada en la Soberanía de Dios. Que puedas comenzar a elegir quedarte al lado del Maestro, en lugar de salir corriendo.Tú eliges.
No abandones a Jesucristo.
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