Salmos 39:7 “Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? ¡Mi esperanza la he puesto en ti!”
Si necesitases un ejemplo de cómo se deposita la esperanza en DIOS, tan sólo recuerda las últimas palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando colgaba del madero, segundos antes de entregar su espíritu:“¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!”
Si necesitases un ejemplo de cómo se deposita la esperanza en DIOS, tan sólo recuerda las últimas palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando colgaba del madero, segundos antes de entregar su espíritu:“¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!”
Sabemos que esa esperanza fue honrada por DIOS porque al tercer día de haber muerto, DIOS lo levantó de la tumba liberándolo de las cadenas de la muerte, y dándole la victoria sobre ese gran enemigo de la humanidad y antítesis de todo lo que significa Jesucristo para toda la creación. El Señor dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.” El Señor, que es la vida, no podía ser atado por la muerte porque DIOS está por encima de todas las cosas, dado que ÉL es el Creador de todo lo que existe, visible e invisible.
Por eso, cuando pienses que todo te ha fallado y crees que ya no tienes más esperanzas, acércate al Único a quien verdaderamente puedes acudir y Quien nunca te va a defraudar. ÉL es nuestra esperanza. Ansiamos su retorno para librarnos de este cuerpo físico lleno de pecado y destinado a caer en las garras de la muerte.
Di junto al salmista rey David: “¡Mi esperanza he puesto en ti!” y gózate al igual que él, diciendo también: “Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios.” Salmos 40:1-3
Cuando nuestra esperanza está bien definida, tenemos una clara visión de lo que nos aguarda en la vida venidera. No todo termina cuando morimos. Nuestro transitar en este mundo es una etapa pasajera muy pero que muy pequeña, en comparación con la eternidad. Casi no podemos imaginar cómo será esa vida maravillosa donde no existe el tiempo, ni la muerte, ni el dolor; aunque sí sabemos que estaremos en la gloriosa e incomparable presencia de nuestro DIOS y Señor.
Bendito Padre Celestial, gracias una vez más por Jesucristo y la victoria de Su resurrección. Ayúdame a entender en toda su magnitud, el significado de esta victoria y a aplicarla en mi vida cada día, para poder disfrutar de Tu gozo en todas las circunstancias imaginables. Por Cristo Jesús, amén.
Di junto al salmista rey David: “¡Mi esperanza he puesto en ti!” y gózate al igual que él, diciendo también: “Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios.” Salmos 40:1-3
Cuando nuestra esperanza está bien definida, tenemos una clara visión de lo que nos aguarda en la vida venidera. No todo termina cuando morimos. Nuestro transitar en este mundo es una etapa pasajera muy pero que muy pequeña, en comparación con la eternidad. Casi no podemos imaginar cómo será esa vida maravillosa donde no existe el tiempo, ni la muerte, ni el dolor; aunque sí sabemos que estaremos en la gloriosa e incomparable presencia de nuestro DIOS y Señor.
Bendito Padre Celestial, gracias una vez más por Jesucristo y la victoria de Su resurrección. Ayúdame a entender en toda su magnitud, el significado de esta victoria y a aplicarla en mi vida cada día, para poder disfrutar de Tu gozo en todas las circunstancias imaginables. Por Cristo Jesús, amén.
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