Las personas con propósito no le temen ni a los errores ni a los fracasos; saben que éstos son momentáneos y que no están destinados a quedarse a vivir siempre en ellos. Ese mismo propósito es tuyo, solo que necesitas descubrirlo.
El lugar donde hoy estás es el lugar de tu proceso, el de tu preparación para llegar a la meta y al sueño cumplido. El problema surge cuando piensas que donde hoy estás es donde vivirás para siempre. Este pensamiento es lo que determina que el fracaso te condicione y te robe el objetivo.
El lugar donde hoy estás es el lugar de tu proceso, el de tu preparación para llegar a la meta y al sueño cumplido. El problema surge cuando piensas que donde hoy estás es donde vivirás para siempre. Este pensamiento es lo que determina que el fracaso te condicione y te robe el objetivo.
Puedes ser exaltado sin ser orgulloso.
Dios te va a exaltar pero nunca “te lo tengas creído”, porque una persona de éxito no hace algo para ser un alguien, ya lo es, hace algo grande para bendecir a los demás. Abimelec, era uno de los hijos de Gedeón. Abimelec quería ser rey, quería auto-promocionarse, y en lo espiritual nadie se promociona. Si lo haces, necesitas un mentor.
El humilde aprende de sus mentores. El mentor nos enseña para que no pasemos por el error y ve el futuro que no vimos; no es sencillo tener un mentor porque puede decirnos algo que nos moleste, pero él está en el lugar donde nos gustaría estar en el futuro, y nos hablará de lo que aún no vimos, ahorrándonos quebraderos de cabeza. Por eso debemos tener un espíritu receptivo para aprender.
El humilde aprende de sus mentores. El mentor nos enseña para que no pasemos por el error y ve el futuro que no vimos; no es sencillo tener un mentor porque puede decirnos algo que nos moleste, pero él está en el lugar donde nos gustaría estar en el futuro, y nos hablará de lo que aún no vimos, ahorrándonos quebraderos de cabeza. Por eso debemos tener un espíritu receptivo para aprender.
Un mentor nos sacará del don (lo que nos gusta hacer) para meternos en el llamado.
Abimelec, junto con otros hombres, mató a sus setenta hermanos y se puso como rey, porque él no quería hacer algo, él quería ser alguien, él quería el título. Pero un día iba caminando, y una mujer le tiró una rueda de molino, le dio en la cabeza y se murió.
Todas las personas que “se lo creen” terminan fuera de la escena de Dios.
Un buen líder es una persona tranquila, confiable y confiado en Dios, de paz. Un día, Moisés hizo una carpa para Dios, juntó al pueblo a la entrada de la tienda, y Dios daba muchas bendiciones en ese lugar pequeño porque había una persona de paz.
Hay una paz que todos anhelamos tener, y es la paz que se tiene al estar cumpliendo con lo que debemos. Todo fue creado con un propósito, con un fin, y nosotros también. La gente de paz entra a una casa, al trabajo, a la iglesia; y la casa, el trabajo y la iglesia quedan bendecidos.
Los conquistadores son inteligentes, ya que si en un lugar los tratan mal se van a otro; si en un lugar los rechazan, se van para otro; porque Dios siempre nos tiene encasillada la bendición en algún lugar, y hasta llegar allí no vamos a parar de andar.
Le tienes que decir: Señor ¿puedo ser yo tu socio/a? El socio tiene que ser confiable. Podría Dios confiar en ti? Dios te va a pedir que administres sus negocios y te va a prosperar como nunca te lo imaginaste, serás cabeza y líder o una líder segura. Los grandes líderes no quieren ser alguien, quieren hacer algo, porque ya son alguien.
Una persona segura no compite, no agrede, no necesita mostrar sus logros, como tampoco siente envidia de los logros de los demás. Uno de los regalos que Dios nos dio a cada ser humano, es saber que valemos porque “somos Su imagen”.
Una persona segura no compite, no agrede, no necesita mostrar sus logros, como tampoco siente envidia de los logros de los demás. Uno de los regalos que Dios nos dio a cada ser humano, es saber que valemos porque “somos Su imagen”.
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